“Muchas gracias por la rutina más bella de esta cuarentena. Los queremos mucho”, dice una pareja que acomoda sus reposeras en el patio. “Estaba esperando esta hora muy ansiosa, me emociona mucho lo que están haciendo”, acota una vecina que ya preparó el mate y se apresta a escuchar. Son las siete de la tarde y el concierto de Guada y Juli desde el techo de su casa está por empezar: una verdadera ofrenda musical en medio de tanto encierro.
Cada día son más caras, aplausos, voces y devoluciones las que suman a la iniciativa de Guadalupe Gómez y Julio Gutiérrez, pareja de músicos cordobeses que vive en barrio Observatorio junto a sus hijos. Para los conocedores de la escena local, no hace falta aclarar que son dos artistas con una gran trayectoria. Al resto, les contamos que ella es una de las cantantes más exquisitas de estos lares, con varios discos editados y composiciones propias que oscilan entre el jazz y el folklore. Él es violinista, parte fundamental del cautivante cuarteto de cuerdas Magnolia y hace muchos años integrante de la banda que acompaña al Dúo Coplanacu.
“La idea surgió el día que empezó el aislamiento obligatorio (el pasado viernes) y lo primero que pensamos fue compartir nuestra música con los que tenemos cerca, en este caso nuestros vecinos. Si bien se están aprovechando muy bien las redes para eso, nos pareció bueno resaltar la importancia del cuerpo a cuerpo. Creemos que la música está viva cuando se comparte, por eso necesitamos sentir la presencia real del otro”, explica Guadalupe sobre el motivo que los llevó a elegir esta modalidad.
La escena está lista: la cantante con un micrófono y guitarra en mano; Gutiérrez con su violín dispuesto, mientras el pequeño amplificador enchufado a un alargador que recorre varios metros hasta un enchufe ubicado en la parte inferior de la casa. Suena la primera estrofa de Todos los días un poco, esa canción de León Gieco que siempre estremece. Y encima es la tarde de un 24 de marzo en la que después de muchos años no hubo marcha. Desde la vereda de la calle San José de Calasanz, la emoción se siente a flor de piel.
¿Y cómo fue ese primer contacto con ese público tan ocasional como cautivo? “Apenas empezamos a probar sonido algunos se empezaron a asomar, sobre todo los que viven en los patios aledaños. Ahí les contamos que habíamos decidido empezar con estos conciertos y que si les gustaba los íbamos a seguir haciendo. Fueron todas respuestas positivas y ese primer día fue realmente hermoso. Como estamos en un lugar alto de la ciudad y para abajo hay varios edificios, con el correr de los días comenzó a sentirse más gente. Fuimos viendo caras por las ventanitas, después nos enteramos que otros filmaban y subían a las redes. Al principio yo tenía un poco de miedo porque no sabía cómo iba a resultar, pero me fui calmando a medida que iba la música hacía lo suyo en nosotros y en el resto”, explica Gómez.
Encuentro y esperanzaDespués de una canción de su autoría (Donde danzan los que vienen, de su disco Vendavales) que acompañó la quietud de la tarde, ahora Guada canta Rezo por vos, con su melodía atrapante. Un hombre que pasea su perro se detiene y mira hace arriba. Escucha el sonido y se sorprende al reconocer que se trata de algo interpretado en ese mismo momento.
La magia de la música en vivo en todo su esplendor: “Y se hizo de noche, y ahora estoy aquí”, se escucha cantar a una mujer aunque no la veamos mientras atardece en la ciudad. Suena el último acorde de violín y los aplausos estallan de todos los rincones. Parece surraelista, pero es una escena bien real de esta Córdoba 2020. Mientras su mamá y papá conmueven a todos, se escuchan algunos gritos del pequeño Teo, quien queda al cuidado de su hermano Ciro (también fotógrafo ocasional otra de las tardes).
“Para nosotros que vivimos de y por la música esto es algo maravilloso. Elegimos algunas canciones mías y otros clásicos que están en el corazón de la gente porque la realidad es que es un público muy diverso: algo muy loco es que nos escuchan algunos que veíamos siempre pero con los que no teníamos diálogo. Cuando terminamos, siempre se arma una charla medio a los gritos, muy hermosa”, cuenta Guadalupe.
Luego agrega: “Aunque un día hicimos una transmisión en vivo por Facebook porque nos pudieron nuestros amigos, la intención real es sostener esta red que hemos construido con los vecinos que nos están y abrazando. Que pongan su oído y su corazón es lo que le da sentido al gesto”.
En este contexto de tanto encierro y desesperanza, estas iniciativas son verdaderos encuentros vitales. “Mientras el tiempo lo permita lo seguiremos sosteniendo”, sostiene haciendo referencia al clima lluvioso de estos días y cierra con un concepto alentador dentro de tanta pálida: “E otro día una chica me comentó por Instagram que esto está alegrando sus días. Te lo cuento y se me pone la piel de gallina. Es muy emocionante, porque nos da la posibilidad de sentirnos tribu. Esa es la esperanza que tenemos, que volvamos a unirnos más como comunidad. Y la música es uno de los mejores recursos para acercarnos a esa idea”.