El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de 74 años de edad, ha incrementado radicalmente las medidas de protección para evitar contagiarse del coronavirus, a pesar de que rechaza precauciones básicas como el uso de mascarilla o el control de temperatura por una cuestión de imagen, según fuentes próximas a la cadena CNN.
La Casa Blanca envía a cada lugar que visitará Trump equipos sanitarios y de seguridad, cada baño que pueda ser usado por el presidente es fregado y desinfectado a conciencia y se lleva un estricto control y registro de cualquier persona que pueda tener contacto directo con el mandatario.
Estas personas y el personal presidencial son sometidos a pruebas del coronavirus que han servido para detectar casos entre voluntarios y trabajadores de la campaña para la reelección de Trump, pero también entre miembros del Servicio Secreto, encargado de la seguridad presidencial. Esto ocurre cuando el país ha alcanzado cotas de contagio sin precedentes, con 45.000 positivos en un solo día y once estados que han frenado las medidas de reapertura.
Estas medidas de precaución incluyen incluso la modificación de la agenda oficial. Así, la reunión de la comisión gubernamental sobre el coronavirus se ha trasladado de la Casa Blanca al Departamento de Sanidad sin muchas explicaciones. De hecho, el propio Trump no ha asistido a la cita.
Además ha cancelado un desplazamiento previsto para este fin de semana para jugar al golf en Nueva Jersey. “El presidente no va a viajar a Bedminster, Nueva Jersey”, informaba el viernes la Casa Blanca.
El presidente en persona ha afirmado directamente ante sus colaboradores que no puede ponerse enfermo y su enfado fue mayúsculo cuando se enteró que uno de los militares encargados de su comida y bebida se había contagiado, informa la CNN.
Trump preguntó cómo era posible que una persona con un contacto tan cercano con él pudo contraer la nueva enfermedad y durante días se mostró desconfiado con gente que no conocía bien, una actitud que se suma a su reconocida fobia a los gérmenes, una obsesión manifestada antes incluso de la pandemia.
Esta actitud contrasta con las intervenciones públicas de Trump, en las que afirma que el virus está “desvaneciéndose” y “yéndose”, aunque su comunicación pública se concentra más en la defensa de las estatuas y monumentos objetivo de críticas que en la pandemia.
“En el futuro los historiadores se preguntarán por qué el presidente perdió terreno durante una pandemia y en medio de disturbios generalizados. Ambas crisis deberían haber destacado sus fortalezas. Eran oportunidades perfectas para él”, comentó el pasado jueves el presentador de la cadena Fox News Tucker Carlson, un defensor habiutal del mandatario, en referencia a las encuestas que revelan recelos sobre la gestión de la crisis sanitaria y las protestas raciales por parte de Trump.