“Hay muchos momentos en mi carrera y recuerdo todo con mucho cariño. Soy una agradecida a la vida por la carrera que tuve. Los títulos con Athletic, cuando jugué en Italia, los campeonatos con Jockey… muchos momentos de aprendizaje para la vida. No quiero ser injusta al elegir uno”, avisa Silvia Previgliano.

Ella es una de las referentes del hockey de Córdoba. Tiene 47 años y jugó hasta hace sólo dos, transformando en una muralla la defensa de su equipo. La disfrutó el Athetic, donde se inició y ganó tres campeonatos, y después el Jockey, con el que ganó el Oficial local de 2004 a 2009. En Europa ganó la Copa Italia 2002 con el Cus Catania.

Pero el rótulo que la llevará a la eternidad del hockey cordobés es el título mundial que logró con la selección argentina Sub 21 en Terrassa, España, en 1993. Aquella conquista fue la primera para el hockey femenino de Argentina, que después celebró en Mayores en Perth 2002 y Rosario 2010; y repitió en Juniors en Chile en 2016. Todas, con cordobesas en el plantel: Soledad García, en Las Leonas, y Julieta Jankunas, en Las Leoncitas.

Pero “la Previ” abrió el camino en un sentido mucho más amplio que en lo que a la obtención de títulos respecta. Ella llevó la bandera de la provincia a la selección nacional. Fue la única cordobesa en el plantel campeón y una de las cuatro del interior junto a Mariana Arnal, de La Plata, y Ayelén Stepnik y Julieta Castellán, de Rosario.

“En esa época nadie iba para Buenos Aires. Cuando yo empecé todavía no existía la Confederación Argentina de Hockey, era Asociación. Y en aquel momento, la Asociación era para Buenos Aires”, introduce y puntualiza: “Cuando se inauguró la cancha del Cenard, en 1992, se abrió un poco al interior e invitaron a 11 jugadoras de las provincias para armar un equipo junto a las chicas de Buenos Aires. Era una camada nueva después de la no clasificación de la selección a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Se hizo como una limpieza, se plantearon nuevos objetivos y nos llamaron. Y yo quedé en la selección después de ese test match que se jugó contra España”.

Aquel comienzo de la defensora en la Albiceleste la llevó luego hasta Terrassa a ganar el Mundial. Y el logro fue una sorpresa para propios y extraños.

“No había canchas sintéticas en Argentina, jugábamos sobre tierra. Y así fuimos y ganamos el Mundial. Me acuerdo que antes de la final practicábamos el córner corto en las baldosas del hotel”, dice entre risas.

“El título del mundo fue lo más; algo que nunca pensé. Marcó mucho mi vida”, admite.

Pero el camino no fue sencillo para ella. “Yo seguía jugando con el Athletic. Viajaba todos los domingos en colectivo a Buenos Aires, me iba caminando al Cenard y allá me quedaba hasta los miércoles. Me volvía, los jueves entrenaba con el club, jugaba el sábado y el domingo me iba de nuevo. Así todo el año. Y los costos fueron siempre a pulmón”. Por eso, cuando terminó el ‘93 sintió que era momento de tomar una decisión. “Si me iba a vivir a Buenos Aires o me quedaba en Córdoba. Y me quedé”, cuenta. A la distancia, lamenta que la realidad no haya cambiado con el paso del tiempo. “Sigue complicado. Para jugar en Las Leonas tenés que dejar tu club e irte a vivir a Buenos Aires. Tendría que ser más federal”, plantea.

La decisión

“Ufff… que me costó tomar esa decisión. Fue duro pero era lo que tenía que hacer. Tenía 20 años. Puse las cosas en la balanza y decidí quedarme”, confiesa. “Y estuvo bueno. Eso me dio la posibilidad de ir a jugar a Italia, estuve allá de 2000 a 2004 y jugué para la selección italiana también. No me puedo quejar para nada. No me arrepiento de nada”, afirma.

Todo el recorrido le permitió a “la Previ” darse cuenta de que “a las cosas hay que hacerlas por placer y disfrutarlas” y que “por supuesto que el esfuerzo tiene que estar, pero como en todas las facetas de la vida, hay que meterle innovación y tomar cada día como una aventura”.

“El hockey para mí era una recreación. Yo iba al colegio, estudiaba piano e inglés y a partir de las 18 sólo existía el hockey para mí. Iba al club y estaba con mis amigas. Y creo que uno juega por placer, por pasión. Son pocas las que llegan al seleccionado argentino, pero somos muchas las que jugamos y estamos completamente dedicadas al deporte. Y hay que cambiar esa mentalidad de ‘jugar para ser’. Si vos te esforzás y disfrutás el camino por el placer de compartir y con pasión por el deporte, las cosas llegan”, concluye. Y lo sabe bien. Así fue campeona del mundo.

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