En el año 2006, el entonces presidente Néstor Kirchner, junto a Alberto Fernández y Ginés González García, homenajearon al Dr. Ramón Carrillo con un acto en el Salón Blanco de la Casa Rosada al cumplirse el centenario del nacimiento del médico.

Catorce años después, la figura de Carrillo resurge en la escena política argentina y podría ser candidato a aparecer en los billetes de $5 mil, que serían necesarios en el corto plazo: a mediados de mayo de 2020, mil pesos argentinos equivalen apenas a casi 15 dólares “oficiales” y a poco más de 7 “blue”.

Un médico santiagueño     

Ramón Carrillo es el mayor de once hermanos y nace en Santiago del Estero el 7 de marzo de 1906, cuando las primeras luces del siglo XX apenas alumbraban en el horizonte.

Fue un alumno sobresaliente en la escuela primaria y secundaria. A los dieciocho años viaja a Buenos Aires para estudiar medicina en la UBA. 

En 1927 es seleccionado por concurso como practicante externo del Hospital de Clínicas. En 1928 lo designan como subdirector de una revista de Medicina y publica sus primeros trabajos científicos. En 1929 se recibe de médico y obtiene la Medalla de Oro al mejor alumno de su promoción.

En algunas publicaciones, Carrillo ya mostraba inclinaciones hacia la eugenesia, una disciplina a mitad de camino entre la biología y la política que promueve el mejoramiento de razas impulsando la reproducción de los “más aptos” y restringiendo la de los “menos aptos”. Carrillo apuntaba la la creación de un “tipo argentino ideal”

En 1930 gana una beca de la Universidad de Buenos Aires y se marcha a Europa. Desembarca en Hamburgo, puerto del Elba de la convulsionada República de Weimar. En total, viaja 3 años por el Viejo Continente, estudiando, investigando y aprendiendo neurociencias en Amsterdam, Berlín y París.

A los 27 años ya era un neurocirujano destacado.

En una carta dirigida a Perón del 31 de julio de 1954, Carrillo escribe: 

(…) “yo estuve en Holanda y Alemania, los cinco años anteriores a la última guerra y me di cuenta, antes de volver a Argentina, que se estaba preparando la guerra de los ‘laboratorios’ donde yo trabajaba sobre fatiga y sobre drogas contra la fatiga, que luego utilizaron las fuerzas blindadas para hacer marchas de cinco y seis días sin dar descanso a la tropa” (…)

El médico se refiere a las anfetamínicas marchas de la Wehrmacht y los tanques de Guderian, una de las grandes estrategias militares del III Reich alemán. Carrillo nunca ocultó su posición germanófila. Fue miembro de la escuela de Neurobiología argentino-germana.

En Amsterdam trabaja con junto al Dr. Cornelius Ubbo Ariëns Kappers, el prestigioso neurólogo neerlandés cuyo instituto adquirió fama internacional por sus investigaciones de neuroanatomía comparada. 

Regresa el país en 1933, en plena Década Infame. Comienza a trabajar en el Hospital Militar Central en Buenos Aires en 1937 y en 1939 es ascendido. En esta época, Carrillo se interioriza por la medicina social. Sus anotaciones revelan su interés por las estadísticas públicas:

En el total de las provincias, exceptuando Corrientes, para 9.369.000 habitantes existen 38.864 camas, lo cual representa 4.14 camas por cada mil de población“. 

En su etapa como médico, Carrillo investiga y desarrolla técnicas de diagnóstico neurológico. En 1942 gana por concurso la cátedra de Neurocirugía de la Facultad de Medicina de la UBA.

Tras el golpe de estado de 1943, el galeno conoce al coronel Juan Domingo Perón en el Hospital Militar. El médico y el coronel consensuaron la necesidad de elaborar y establecer un Plan Sanitario nacional. Carrillo ve en Perón una ideología cuyo fundamento son las bases de la Doctrina Social de la Iglesia. El santiagueño nunca abandona su apoyo a la Casa de Pedro. Estimulado por su madre, esta inclinación acabaría por enemistarlo con otros miembros del justicialismo.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Carrillo se manifiesta abiertamente neutral. Algunas fuentes afirman que admiraba a Hitler: el médico habría presenciado por casualidad un acto del führer cuando estaba en Alemania y quedó impresionado con la oratoria de uno de los máximos responsables del desastre europeo.  

La gestión de Ramón Carrillo

Ya bajo el gobierno de Perón, es designado como Secretario de Salud Pública y presenta un proyecto de 4 mil páginas con las bases del futuro Ministerio. Cuando la Secretaría es promovida, Ramón Carrillo se convierte en el primer ministro de Salud de la historia argentina.

En 1946, a los 38 años, contrae matrimonio con Susana, una mujer 20 años menor. Perón y Evita son sus padrinos de boda. 

Su gestión a cargo de la cartera de salud dura 8 años. Desarrolla una arquitectura del sistema sanitario y una “medicina social”. Esta última, según palabras de Carrillo:

(…) “es abarcadora y superior (…) y eminentemente preventiva, cumpliendo así con uno de los más claros objetivos del gobierno nacional de la época: mejorar la raza y producir una población sana y fuerte para la Nación”. (…)

Por aquel entonces, en la Argentina interior y rural se padecía de diversas enfermedades. Carrillo elabora un ambicioso Plan Sanitario que amplía la cantidad de camas disponibles y promueve con fondos del IAPI la creación de hospitales, centros de salud, institutos de especialización, centros de higiene materno-infantiles, sanitarios y laboratorios. Fue famoso en la época el “tren sanitario justicialista Eva Perón”, patrocinado por la fundación homónima, que recorre la geografía del país haciendo análisis de sangre y radiografías.

La gestión de Carrillo erradica el paludismo de Argentina y la tuberculosis se reduce a niveles mínimos. Durante su mandato, la esperanza de vida crece de 61,7 a 66,5 años. Se lanzan campañas y se reduce la prevalencia de enfermedades como el chagas, la brucelosis, la lepra, el tifus, la sífilis y la fiebre amarilla. El índice de mortalidad infantil desciende casi hasta la mitad.

También crea la primera fábrica de medicamentos: Emesta, que procuraba proveer los tratamientos más caros a bajo costo.

Por esta época, llega como refugiado a la Argentina Carl Peter Værnet, un mayor de las SS danés que trabajó en el campo de concentración de Buchenwald, en línea directa con Himmler. Værnet dedicó su vida a experimentar con hormonas intentando “curar” la homosexualidad, con tratamientos que incluían castraciones y altas dosis de testosterona. Al menos 13 personas murieron en las semanas sucesivas con estos tratamientos en Buchenwald. En Argentina no se oculta, y comienza a trabajar en el Ministerio de Salud e investigando con pacientes. Se cree que 4 mil personas pasaron por su consultorio en Buenos Aires. Murió en 1965, sin ser juzgado. 

Las inclinaciones eugenésicas también se reflejan en Carrillo en declaraciones como las siguientes:

(…) “no puede decirse que lo tendencia a la prostitución sea hereditaria, pero es evidente que ciertas enfermedades o anormalidades que se presentan con frecuencia entre las prostitutas son hereditarias, como la deficiencia mental y las psicopatías. Sin duda alguna, estos hechos hereditarios juegan un gran rol entre las causas de la prostitución” (…)

Durante su mandato se produjeron dos brotes: uno de peste bubónica a fines de 1947 y otro de viruela en 1949. Carrillo acusó de la propagación de las enfemedades a quienes no se vacunaban y criticó las malas condiciones de higiene en las que vivía parte de la población.

En 1951 sufre una recaída por la hipertensión arterial que padecía. En esta época comienza a sufrir dolores de cabeza intensos y frecuentes.

Tras la muerte de Evita, se enemista con varias figuras importantes dentro del peronismo.

Siempre leal a su religión, es acusado de defender más los valores de la Iglesia católica que los del peronismo.

Carrillo fue crítico del marxismo y del “izquierdismo” dentro del justicialismo. Juzgaba incorrecto plantear cuestiones como el divorcio o la separación de la Iglesia y el Estado.

En junio de 1954, el médico se entera de que Perón cambiaría el Ministerio de Salud a Ministerio de Ayuda Social y Salud Pública. A pesar de ser fundador original de la cartera sanitaria y único funcionario que acompaña a Perón en sus dos gabinetes, no es consultado.

El contraalmirante Teisaire, uno de sus máximos detractores, es elegido vicepresidente en abril de 1954. Carrillo siente que todos le dan la espalda, el General lo ignora y sin apoyo se retira. El eminente neurocirujano abandona la función pública y se va a trabajar a los Estados Unidos.

Asentado con su familia en Nueva York, comienza a sufrir penurias económicas, incluso hasta para pagar el alquiler. Una carta de Carrillo de esta época recuerda que el médico descubrió una enfermedad, la papilitis aguda epidémica, pero nunca la patentó. 

“La ‘Enfermedad de Carrillo’ la han descubierto hace 15 días en Estados Unidos y la difundieron por TV, radio, etc. Pero naturalmente Carrillo no figura y con toda razón, por retardado. Así que perdimos una magnífica oportunidad. Aquí es como una enfermedad que la descubrió la Columbia.”

Durante la Revolución Libertadora, allanan su casa y su quinta y confiscan sus bienes bajo la acusación de enriquecimiento ilícito. Una de las causas de Carrillo denuncia irregularidades en la compra de combustibles, por lo que muchos lo apodaron ‘ladrón de nafta’, mote que lo persiguió hasta sus días finales. 

Con cada vez menos dinero y necesitado de trabajo, manifiesta sus necesidades financieras cada vez más apremiantes en esta carta de 1955:

“Te paso las novedades. A fin de mes nos echan de la pieza en que vivimos amontonados Susana, los chicos y yo. No tengo con qué pagar la comida y los dolores de cabeza me tienen a maltraer. Desde Buenos Aires, la noticia más alentadora es que cuando llegue, me van a meter preso y no se por qué carajo. Pero quedate tranquila. No tengo plata para volver”.

En 1956 se marcha a Belém, en el noreste de Brasil. Allí se entera que le quedan menos de 9 meses de vida. 

El 6 de septiembre, le escribe su última carta al periodista Segundo Ponzio Godoy:   

“Ahora vivo en la mayor pobreza, mayor de la que nadie puede imaginar, y sobrevivo gracias a la caridad de un amigo. Por orgullo no puedo exhibir mi miseria a nadie, ni a mi familia (…). No tengo la certeza de que algún día alcance a defenderme solo, pero en todo caso si yo desaparezco, queda mi obra y queda la verdad sobre mi gigantesco esfuerzo donde dejé mi vida. Esta obra debe ser reconocida y yo no puedo pasar a la historia como un malversador y ladrón de nafta. Mis ex colaboradores conocen la verdad y la severidad con que manejé las cosas dentro de un tremendo mundo de angustias e infamias”.  

El 20 de diciembre de 1956 muere en la pobreza tras sufrir un accidente cerebrovascular. Una casa en Belém lo recuerda con una placa.

Los sucesivos gobiernos argentinos se negaron a repatriar sus restos y recién en 1972 su ataúd regresa a la Argentina, de acuerdo con su última voluntad.

 

No es casualidad que Carrillo aparezca en la escena política Argentina en tiempos de coronavirus. Su figura permanece con luces y sombras, y un consejo médico suyo bien podría aplicarse a los protocolos de nuestros tiempos: 

(…) “es una costumbre peligrosísima la de convidar con mate al primer llegado -tan común en nuestros ambientes modestos- y que si bien es una expresión de amistad y cortesía, desde el punto de vista de la higiene, debe ser seriamente censurada” (…)

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Héroe del peronismo contemporáneo. Lo incluyeron en un programa para niños.
Ramón Carrillo. Su trabajo como Ministro de Salud logró aumentar en casi cinco años la esperanza de vida de los argentinos.
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Héroe del peronismo contemporáneo. Lo incluyeron en un programa para niños.