El término “cisne negro” fue popularizado por Nassim Taleb (especialista financiero libanés, nacionalizado estadounidense) para hacer referencia a la ocurrencia de sucesos de alto impacto, altamente improbables y sólo predecibles en retrospectiva.

Intuitivamente, todos creemos saber reconocer un “cisne negro” cuando nos enfrentamos a uno, pero lo cierto es que no todos los eventos que calificamos como tales, realmente lo son. 

Un mismo suceso puede ser un “cisne negro” para unos y algo perfectamente esperable para otros.

Al fin de cuentas, lo que distingue a una u otra versión es el nivel de conocimiento, o de ignorancia, que se tiene sobre el fenómeno bajo análisis.

La crisis financiera de 2008, por ejemplo, pudo parecer sorpresiva para las familias que tenían hipotecadas sus viviendas, las que no tenían idea del tipo de riesgo que enfrentaban al endeudarse a tasa variable, mientras que para los grandes operadores del mercado financiero, simplemente fue una actividad especulativa que salió mal.  

Echarle la culpa a un “cisne negro” es más fácil y seguro que admitir que uno no ha sabido anticipar una crisis.

Y hablamos sólo de crisis, porque es muy raro que alguien atribuya a la casualidad, o a lo inesperado, un éxito repentino. 

Cuando las cosas se dan bien, siempre hay un candidato humano dispuesto a recibir los elogios, en tanto que son los pobres animalitos emplumados los que terminan haciéndose cargo de la culpa de muchas desgracias.  

Tiempo de pandemia 

Para la fecha en que la estamos escribiendo este artículo, una nueva pandemia se ha propagado por el planeta, amenazando vidas y fortunas.

Las bolsas de valores acusan varios días de bajas consecutivas y muchas industrias han comenzado a sufrir los efectos de la crisis, ya sea experimentando fuertes mermas en la demanda, o dificultades para seguir produciendo debido a interrupciones en sus cadenas de abastecimiento.

Los primeras en resultar afectadas, además de las víctimas humanas, fueron las aerolíneas, los cruceros, los hoteles, los grandes centros turísticos y los organizadores de grandes eventos multitudinarios.

Pero la lista sigue y se agranda día a día, alcanzando a prácticamente todos los aspectos de la actividad económica.

¿Estamos ante un nuevo “cisne negro” o es algo que se pudo haber anticipado?

En un mundo interconectado, en el que una persona puede recorrer la mitad de la circunferencia del planeta en menos de 12 horas, no debería sorprendernos que un virus se propague muy rápidamente y en pocos días llegue a Europa y las Américas.

Desde el punto de vista sanitario, esta situación no sólo no es nueva, sino que se va a repetir tarde o temprano. La historia da cuenta de al menos seis pandemias en los últimos cien años.

Pero tampoco la crisis económica desatada debería caer bajo esta definición, salvo que queramos engañarnos atribuyendo a un factor externo algo que es de nuestra exclusiva responsabilidad. 

Diversificar riesgos

Un reciente informe señala que el 75 por ciento de las empresas estadounidenses han tenido problemas en su cadena de abastecimiento debido a la crisis del coronavirus.

Pudiendo trabajar más y mejor en materia de diversificación de riesgos, esas compañías, así como muchas otras alrededor del mundo, prefirieron apostar por la ventaja de los bajos costos del presente, postergando decisiones estratégicas que, de haber sido contempladas, habrían evitado muchas de las consecuencias negativas de esta crisis.

¿Alguien se acuerda de aquello de no poner todos los huevos en una misma canasta?

No es para sorprenderse, entonces, que ante la ocurrencia de un episodio catalizador, como lo fue la aparición de esta pandemia, justamente en la región del planeta considerada como la “fábrica del mundo”, el sistema entrara en crisis. 

Definitivamente, no estamos frente a un “cisne negro”. 

Es difícil de predecir cuándo y cómo aparecerá la próxima crisis económica, pero sí sabemos que sucederá tarde o temprano, y probablemente con un efecto más devastador. 

En realidad, esa no es la pregunta que debe importarnos en este momento, sino saber si la comunidad de negocios terminará aprendiendo algo a raíz de todo lo que está sucediendo.

Es muy probable que, una vez terminada esta crisis, el mundo retome su sendero original y las empresas continúen concentrando sus plantas y proveedores en regiones de altísima densidad poblacional, atraídas por bajos los regímenes laborales flexibles y menores costos, despreocupándose, una vez más, por la situación de extrema fragilidad en que esto pueda dejar a sus cadenas de aprovisionamiento.  

¿Podemos pronosticar lo que va a suceder en el futuro? Obviamente no, pero sí podemos intentar el ejercicio de especular con las cosas que podrían suceder y obrar en consecuencia.

Sólo es cuestión de usar un poco la imaginación y perderle el miedo a pensar lo impensable.

No sabemos cuándo será la próxima pandemia, así como tampoco sabemos cuándo ocurrirá el temido big one en la falla de San Andrés o qué ciudades costeras arrasará el próximo huracán categoría 5.

Pero sí sabemos que estas cosas van a ocurrir, tarde o temprano, y cuando esto suceda, no podremos culpar de sus consecuencias a un “cisne negro”. 


* Director de la Maestría en Administración de Negocios y Aplicaciones Tecnológicas en la Empresa de la Universidad Siglo 21

Rezo. Personas usan mascarillas para protegerse del coronavirus, mientras rezan en el popular templo Longshan de Taipei, en Taiwán. (AP)