Entre los efectos perniciosos de la publicidad, acaso un sistema general de organización de los conceptos, se puede identificar la capacidad de transformar aforismos en eso que se denomina tagline, una oración breve y una descripción de algo que seduce al cliente.
Glosar una idea en pocas palabras requiere zanjar las premisas que la sostienen, y haber reducido ese procedimiento a una táctica de marketing es una maldición de nuestro tiempo.
Quienes llevan adelante MUBI, por lejos el mejor servicio online para ver cine de todo el mundo, definen así el espíritu de su tarea: “La vida es demasiado corta para ver malas películas”.
¿Es un tagline? No, es la explicitación de una fe.
La invectiva precedente está en consonancia con las formas en las que muchas plataformas presentan sus contenidos. La más conocida (ni siquiera hace falta nombrarla) emplea categorías entre vergonzosas y disparatadas. En el menú, término gastronómico que alude al consumo (audiovisual), pueden hallarse siempre algunos títulos honrosos, pero todo está organizado como si se tratara de actividades audiovisuales en un all-inclusive, donde nadie tiene que esforzarse en pensar nada. Casi todos los servicios de cine on-demand –siempre en inglés– adolecen de esa lógica de consumo.
No es el caso de MUBI, que funciona como si fuera una pretérita cinemateca, aquellas que comprendía que el cine era un arte popular y también un vehículo de conocimiento, sin por eso prescindir en sus propuestas del legítimo entretenimiento que supone la visita a una sala de cine.
Daniel Kasman, uno de los directores artísticos de la empresa, es lo suficientemente cinéfilo para poner en relación el cine clásico y moderno con el contemporáneo, o juzgar al cine de género tan importante como el de autor, y asimismo reconocer que la historia del cine y su presente no se circunscribe a los Estados Unidos, el Viejo Continente y los colosos de Asia.
MUBI hace suyo el viejo adagio de Godard: “El cine es un país ocupado”, y en su programa mensual combate entonces la homogeneidad estética que rige en todos lados demostrando generosamente que el pluralismo (estético) no es una palabra vacía.
Secciones virtuosas
En MUBI se ofrece diariamente la película del día, que se podrá ver de ahí en más por 30 días, junto con otras películas que, desde el día uno de estreno, permanecen disponibles por una duración similar. Los filmes se agrupan por secciones. Un buen ejemplo: “Luminarias”: aquí se estrenan títulos de directores contemporáneos que han adquirido el estatus de autor, como Radu Jude, Mohammad Rasoulof, Nobuhiro Suwa, entre otros.
Otro: en “Fracasos perfectos” se vindican películas recientes cuya recepción en su momento del estreno fue fallida; pasado un tiempo, reconsiderarlas puede resultar un redescubrimiento luminoso. En estos días se exhibe Night Moves, de Kelly Reichardt, un ecothriller en el que tres activistas radicalizados deben confrontar el límite de su política en los dilemas éticos que supone el paso a la acción.
Como sucede con las programaciones en cinetecas o festivales, MUBI les dispensa siempre un foco a directores diversos. Desde mediados de abril, la plataforma prodigó retrospectivas parciales a cineastas tan distintos como Satiajit Ray, Louis Malle, Jean-Luc Godard, Jean-Pierre Melville, Michael Powell y Emeric Pressburger. Al elegir a un autor fundamental como los recién nombrados, en ocasiones se aprovecha a un cineasta consagrado para abrir otros caminos al espectador. Es el caso de Ray, el cineasta más decisivo de la India.
MUBI pasa varios títulos de los menos vistos del cineasta de Calcuta, pero añade a la propuesta una sección especial llamada “Un viaje a India”, y ahí se escogen películas del pasado y actuales del país más prolífico en materia cinematográfica.
El sitio cuenta con una base de datos exhaustiva, fichas técnicas precisas y conexiones entre las películas que permite “navegar” la propuesta general con inteligencia. A ese ejercicio pedagógico se le añaden críticas, ensayos y entrevistas (en inglés) en Notebook, la revista o blog de la propia plataforma.
Los precios son tan accesibles como cualquier otro servicio de cine en Internet, y prácticamente todas las películas que se exhiben cuentan con subtítulos al español. Es un paraíso para los cinéfilos de ayer y de ahora.
Para probar
Se puede acceder al servicio en mubi.com, donde hay una prueba gratuita de 7 días. Tras esto, tiene un valor de 219 pesos mensuales. Está disponible para smart TV, tablets y smartphones, bajo sistemas operativos Android y IOS. Y se puede ver hasta en cinco dispositivos y en dos pantallas a la vez.
Tres películas destacadas de Mubi
A Russian Youth (Rusia, 2019)
La ópera prima de Alexander Zolotukhin transcurre en la Primera Guerra Mundial y tiene como protagonista a un joven soldado, demasiado joven para estar en el campo de batalla, quien quiere probar su hombría ante la tropa. Un hecho desafortunado lo deja ciego, y a partir de esa desagracia, el discípulo de Sokurov aprovecha para retratar la amistad del soldado con otro joven, que ayuda constantemente al protagonista, y también para experimentar con el sonido.
El cineasta debutante, además, emplea dos obras de Rajmáninov e introduce los comentarios y algunas escenas de los músicos interpretando las piezas elegidas mientras ven el propio film. Esa decisión es tan inusual como fascinante.
Ghost Town Anthology (Canadá, 2019)
Denis Côté elige un pueblo perdido en alguna localidad no identificada de Canadá en la que toda la población debe afrontar primero la dolorosa muerte de un joven por un accidente automovilístico y la posterior aparición paulatina de seres espectrales que observan la cotidianidad de los vivos.
Todo el filme puede ser visto como una metáfora de la tensa relación de los canadienses con la presencia de miles de extranjeros, pero su costado más sobresaliente está dado por cómo puede filmarse la experiencia de un duelo colectivo y la intolerable posibilidad existencial de estar en contacto con los muertos.
The Grand Bizarre (EE.UU., 2018)
Este filme de Jodie Mack solamente puede estar disponible en una plataforma como MUBI: ¿quién podría programar un ensayo que combina registro y animación sobre el universo textil en facetas tan diversas como la confección, el diseño, la industrialización sin el apoyo de la palabra, sostenido por un lúcido montaje en el que las formas y los colores destilan un mundo desconocido y suministran al mismo tiempo placeres ópticos novedosos?