Las historias tienen la capacidad de atraparnos. De transportarnos a otro mundo al que normalmente no accederíamos. ¿Cómo sería estar realmente dentro de la historia? ¿Poder observar a voluntad cada detalle dentro de una escena? O ¿cómo sería tener que seguir la historia dirigiendo la mirada hacia atrás o al costado, en vez de tenerla siempre fija al frente, encuadrada por los límites de la pantalla?
La realidad virtual (RV) permite descubrirlo. Por estos lares aún suena un poco a ciencia ficción, pero hay otros países en donde es cada vez más común tener un casco de RV y elegir historias de un catálogo como quien elige series para ver en Netflix desde el sillón.
Acá todavía es utópico, pero un grupo de cordobeses dió un paso enorme en esa dirección y rodó no uno, sino seis capítulos de una serie en RV. Pero la serie es mucho más que eso, porque la historia tiene una protagonista que no se acostumbra a ver en pantalla: Juana, una chica adolescente de último año de secundaria que además usa silla de ruedas.
Deconstrucción
La historia de Metro veinte, la serie en cuestión, comienza con Rosario Perazolo Masjoan. Activista por los derechos de las personas con discapacidad, fue, entre otras cosas, la única argentina que asistió a la Cumbre Humanitaria Mundial de las Naciones Unidas en Estambul. En su charla TEDx de Córdoba, Rosario lanzó una frase que echaría a rodar esta historia.
“Cuando me miro en los espejos, me veo sólo la frente”. Esas palabras impactaron a una persona entre su público: Ezequiel Lenardon, a quien la frase se le apareció en la mente en forma de una escena de película. De profesión abogado pero volcado hacia la realización audiovisual, hoy productor creativo de la serie, Ezequiel le propuso a Rosario hacer un proyecto que fuera realmente disruptivo, que rompiera esquemas.
“Si querés algo así, tenés que hablar de sexualidad”, le dijo ella. Claro, sexualidad de personas con discapacidad, un tema que no se toca en las ficciones que circulan, o que no se toca de la forma correcta. Si bien la sexualidad no es el centro de la serie, se trata. Se trata con la naturalidad con la que forma parte de la vida de cualquier chica de último año de secundaria: sin ser el todo y sin estar ausente, una arista más. De la vida de Juana también.
Pero para impactar totalmente con una historia así, querían una tecnología que realmente estuviera a la altura de la original temática. Así, con un objetivo que roza lo onírico, desde Córdoba Capital se propusieron filmar en Realidad Virtual. Intervino también María Belén Poncio, comunicadora especializada en el terreno audiovisual y quien pasó a ser la directora. Belén ayudó a terminar de darle forma al proyecto, y la idea de la serie nació.
Co-producción internacional
Filmar en RV no es fácil, ni barato. Uno de los primeros obstáculos que tuvieron fue el de conseguir financiamiento. “En la Bienal de Venecia fueron los primeros en creer en el formato de la historia”, explica Ezequiel.
El proyecto fue seleccionado entre candidatos de todo el mundo: sólo tres producciones salieron elegidas para el financiamiento. Así se filmó el corto que era el piloto de la serie y fue presentado en el Festival de Venecia de 2018 y de Cannes del año pasado.
Además, cuentan con apoyo del Polo Audiovisual de Córdoba, del INCAA, del Instituto Sundance, y del Centré National du cinema et de l´image animée. El proyecto, con espíritu fuertemente cordobés, es una producción argentino-francesa. Participan estudios y canales de diferentes lugares: Detona Cultura (de Lenardón), Realidad 360 Argentina, MalditoMaus, Red Corner y Arte France.
Como si fuera poco, cuentan con el apoyo del Festival Grl Pwr y artistas invitadas de la talla de Sara Hebe. También colaboraron las artistas Sacha Satya, Lucía Caruso y Sofía Torres Kosiba.
El equipo de Metro Veinte acaba de terminar de grabar y ahora viene un largo proceso de edición. Hay que considerar que no se trata de un proceso de filmación y edición tradicional. Filmar en 360 implica que los actores quedarán en escena solos, sin el resto del equipo presente, mientras una cámara es como una bola plagada de lentes filma absolutamente todo, en cada dirección del espacio.
Son en realidad seis cámaras que filman con gran angular, conocido como ojo de pez. Por eso no puede haber nada que no tenga que salir en la imagen final. A menos que sea esencial: como luces, que después serán borradas en la edición.
“Es mucho más difícil hacer el monitoreo”, explica Belén. Además, es pensar en nuevas formas de guiar la mirada del espectador, que ahora tiene la libertad de mover su vista hacia donde quiera en la habitación en la que se desarrolla la historia en ese momento.
“Son lenguajes distintos, con distintos recursos y ambos poderosos”, resume Belén para hablar de la RV y el estilo flat o tradicional. En este proceso pionero de adentrarse en filmar una serie de RV contaron con la participación de Damián Turkieh, de Realidad 360, quien se desempeñó como director de RV. Pero él tampoco había hecho nunca ficción con esta tecnología, así que fue un bautismo para todos. Todo el proceso tiene, además, un registro documental que hacen Lucía Palacio y Fernando Restelli.
Lo creativo y lo político
Escribir el guión también tuvo su complejidad. Nueve personas participaron en ese proceso: Greta Molas, Javier Correa Cáceres, Elisa Gagliano, Ivana Galdeano y Gabriela Vidal. Y, por supuesto, Belén y Rosario, quien también es co-directora. También fue parte del equipo de guión Delphine Agut, para ayudarlos a plantear la historia de forma que también resultara atractiva al público francés.
Rosario sabía qué quería y qué no. Pero también lo fue descubriendo en el proceso. Desdramatizó. Quitó ese tono paternalista que la industria impone sobre las personas en silla de ruedas. Se corrió de las clásicas historias donde la persona en silla de ruedas es una inspiración, un ejemplo a seguir, una suerte de mártir.
“La historia de Metro Veinte no es Juana en silla de ruedas. Es Juana”. Fue un largo ejercicio de escritura y reescritura para todos, en donde se hicieron presentes las ideologías y las deconstrucciones para dar cuerpo a esa historia, para darle un cuerpo que rompiera esquemas.
Un cuerpo hecho de militancia, de feminismo y de política. “Hubo puntos donde dije ‘esto no lo quiero contar, porque esto no representa lo que yo quiero representar de la discapacidad’”, cuenta Rosario y reflexiona: “No quería seguir reproduciendo ciertos patrones sólo porque se ven estéticos en el producto final”.
Un difícil equilibrio entre una lucha colectiva y una historia de muchos y ese punto de vista personal tan valioso de la propia experiencia y el propio camino recorrido. “Creo que mis años de militancia me permitieron pensar diferente y no hacerlo todo personal”, explica, aunque no duda en afirmar que lo personal es político.
Juana
Una de las encrucijadas que vivieron entre creatividad y política fue al momento de hacer el casting. Para el piloto la protagonista fue Delfina Díaz Gavier. Por más conformes que estaban con su trabajo, querían que la serie tuviera una actriz en silla de ruedas que representara a su protagonista en silla de ruedas.
La búsqueda, entre Buenos Aires y Córdoba fue larga y “frustrante”, y los puso de frente con la elección “entre lo actoral y lo político”. Ganó la segunda y finalmente llegó Marisol Agostina Irigoyen al proyecto: con poca experiencia pero mucha entrega, se convirtió en su Juana. Tuvo que viajar de Buenos Aires a Córdoba, y así el equipo se fue adaptando. También actúan Florencia Licera, Marcio Ramsés, Natalia Di Cienzo y Francisca Spinotti.
“Estaba cansada de ver a gente representar lo que no es”, resume, contundente, Rosario, aunque entiende, claro, que ese es el trabajo de los actores. Pero los actores y actrices que la mayoría del tiempo aparecen en las pantallas, siguen todos, más que menos, ciertos esquemas: cuerpos hegemónicos, identidades de género hegemónicas. Formas de trasladarse hegemónicas.
“Es absurdo. Si tantos tienen otra corporalidad, ¿por qué nos seguimos negando el disfrute de ver esos cuerpos? Parece el medioevo, donde hombres representaban a mujeres en el teatro, porque ellas lo tenían prohibido”, argumenta.
Belén explica que veían al hecho de tener una actriz con silla de ruedas más como una dificultad que como una potencia, como lo descubrieron después. El equipo tuvo que adaptarse, pero eso no les representó mayor dificultad, lo que prueba que si ellos lo hicieron, también pueden hacerlo las grandes industrias. “Tiene que ser una demanda, atrás y adelante de la cámara”, señala Belén.
Marisol les aportó una naturalidad que una actriz profesional, con más técnica, quizás no logra tan fácilmente, explican. La actriz cuenta que al principio no estaba tan nerviosa, quizás por “inconsciencia”, ríe. Ciertas inseguridades luego fueron desapareciendo, gracias a la “contención” que sintió de todos.
La actriz se enteró del casting por un anuncio de Instagram. En un acto de confianza, se entregó al equipo de la serie. “Amo el cine, amo la ficción. Amo las historias”, explica.
Luego de varios meses de edición que ahora tienen por delante, el público podrá, finalmente, conocer a la Juana de Marisol. Una de las ideas que barajan para poder distribuirla acá, es hacerlo en colaboración con escuelas y museos: lugares donde se ponga una silla y un casco que permitan a la gente introducirse en este mundo.
Habrá que esperar a tener la posibilidad de sentarse en esa silla, de ponerse el casco y meterse de lleno en la historia de Juana, que gracias a ella y a la RV será una experiencia sin antecedentes para el espectador.