Al otro lado de la cordillera se cocinan vinos extraordinarios. Eso pasa desde hace años. Uno de los más exitosos es Aurelio Montes, un chileno que empezó de cero su bodega en 1987 con un par de amigos y fueron los primeros que pusieron a Chile en el mapa mundial de los vinos de alta gama y en conquistar el naciente mercado asiático con vinos latinoamericanos. 

Con el negocio ya aceitado y la seguridad de una calidad firme en su producción, Montes decidió hacer vino en otro lugar, buscando variedad y diversidad. Viajó con su hijo por todo el mundo buscando un lugar adecuado a sus intereses y se decidió por Mendoza.

Eso fue en el 2001, en medio del desastre del corralito, que no fue obstáculo para los Montes que empezaron a producir su propio vino en una bodega prestada. Al año siguiente, compró en Vistalba una bodega centenaria con la intención de hacer lo mismo que en Chile: una bodega de vinos de alta gama con perfil exportador. 

El nombre kaiken proviene de un tipo de ganso migrante autóctono que va y viene desde Argentina a Chile cruzando los Andes. Ese nombre también es una metáfora de los objetivos de la bodega. Porque a pesar de ser de capitales chilenos, el vino que se hace en Argentina es absolutamente diferente del que se hace en Chile.

Así afirma Rogelio Rabino, el joven enólogo a cargo de Kaiken: “No son iguales en nada, son muy diferentes. Es imposible hacer copias porque los vinos son parte de la naturaleza. Hay algo intenso en el suelo, en el clima. Las diferencias se estampan en el vino”. 

Mirando al mercado argentino

En 2014 empezó una etapa nueva en la que, sin  perder la consistencia anterior, instalaron una identidad bien argentina. Los primeros ejemplares de Kaiken llegaron al Hyatt de Estados Unidos, la aerolínea alemana Lufthansa y el Hotel Ultra de Dubai. Nada mal para los comienzos de una bodega que empezó a avizorar un destino muy alto. 

Después del éxito exportador, el desafío era hacerse conocer en Argentina, que representaba un porcentaje bajísimo de ventas. Y lo lograron con su vino ícono: Mai, que significa “primero” en tehuelche, los habitantes originarios de la zona.

El Mai es un malbec de la primera zona de un viñedo de 1910, con 18 meses en barrica y acaba de ser posicionado en el puesto 19 de los mejores vinos argentinos por Tim Atkin. Y con las líneas de entrada y el terroir serie se han posicionado como un jugador de alta gama en el juego de las bodegas locales. 

El movimiento explosivo más reciente fue la incorporación del chef Francis Mallmann al staff de la bodega en el restaurante que acaban de abrir. “Es un restaurante al paso, en el que buscamos el contacto con la naturaleza. Es como un picnic premium”, dice Rogelio, esperanzado poder recibir pronto al público en las flamantes instalaciones.

La biodiversidad como filosofía 

Rogelio Rabino es de la nueva generación que apuesta por la naturaleza. Antes que enólogo, se define como ingeniero agrónomo, y eso hace que su visión general sea una búsqueda de equilibrio y una profundización de la relación la naturaleza. “El vino tiene que representar la naturaleza, es lo esencial para nosotros”.

El viñedo original de la bodega está en Vistalba, en Luján de Cuyo, y es un antiguo viñedo de 1910, uno de los más antiguos que existen en Argentina. “Nuestros viñedos tienen como concepto la biodiversidad. Están llenos malezas naturales, una huerta y ovejas, gansos, gallos. La biodiversidad es algo imprescindible, tiene que notarse que no es un monocultivo Las viñas naturales tienen que estar rodeadas de naturaleza”. 

La apuesta por lo orgánico es la marca de la viticultura argentina actual. Rabino trabajó en finca Sophenia junto a Matías Riccitelli, y con Michel Rolland en Francia. Cuando lo llamaron de Kaiken no dudó. Una de la razones era que quería volver a Luján de Cuyo dejando la altura del Valle de Uco. “No hay vinos iguales. Hay millones de decisiones que implican procesos que cambian el vino. Ni la altura produce mejores vinos, ni la ausencia de madera los mejora. Todo en su cantidad justa”. 

La base de Kaiken es el malbec porque la exportación pide eso. Pero poco a poco han ido incorporando diversidad de líneas y de cepas. Ahora están apostando por el merlot que es una cepa que presenta muchos desafíos y fue el elegido por Lufthansa. “Todos los días la naturaleza es diferente, eso me gusta. Y por eso todos los años trabajamos en cosas nuevas para refrescar la marca”.

El escalafón logrado por Mai es un orgullo que impulsó a la bodega. Pero la pasión por hacer vino va por el lado de lo emotivo. Rogelio dice que eso es bueno para la bodega pero a él lo emociona más ir a un restaurante y que la gente esté tomando su vino. “Es un orgullo cuando al comensal le gusta mi vino”. 

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