“Argentina entra en modo western. Andá a buscarla al ángulo John Ford”, escribió en su cuenta de Twitter la historiadora Camila Perochena. Se refería a una declaración de Alberto Fernández sobre la persona que violó la cuarentena (cuando aún no era obligatoria) y golpeó a un vigilador.
“Lo voy a encerrar yo”, había dicho el Presidente. La declaración no fue la única porque el mandatario ha decidido, desde el comienzo de la crisis por el coronavirus, hablar en primera persona y ponerle a su manera de comunicar condimentos de ciudadano común.
¿Está manejando bien la comunicación el Gobierno? ¿Qué tan bien lo está haciendo el Presidente?
Los vaivenes del día a día complican la evaluación del rol de Fernández. Un Fernández que, el jueves por la noche al anunciar la cuarentena obligatoria, mostró ser un líder golpeado por la situación, con muestras de cansancio y fastidio. Pero decidido a tomar medidas drásticas y sin medias tintas para alertar a la población, en el límite del pánico.
Riorda
“La comunicación de riesgo se sustenta en el motor persuasivo del miedo que es lo que modifica un hábito, conducta o comportamiento. Y ese miedo es el que pone en máxima alerta al riesgo concreto y efectivo (si se está dando) o al riesgo potencial que podría darse (la situación nacional por ahora)”, afirma Mario Riorda, uno de los especialistas más destacados en comunicación política de Latinoamérica.
“Ese miedo necesita ser gestionado con componentes que le insuflan a esa percepción alicientes para ser considerado real, especialmente en el riesgo potencial, entre ellos la percepción de coercibilidad o impartición de justicia desde la autoridad oficial. Por eso también la gestión del riesgo está al límite de situaciones que confrontan con la libertad individual o social”, agrega sobre las últimas medidas.
“Por eso insisto que a los gobiernos les provoca miedo gestionar el miedo. Sin embargo, bien ejercido, como política pública destinada a evitar males ciudadanos, es altamente efectivo, además de necesario”, analiza Riorda.
Para Riorda, una vez que pase la pandemia llegará el momento de poner la lupa sobre los matices de ese miedo.
“Luego sí podrá discutirse los matices, la estética del miedo o la institucionalidad elegida. Bukele, el presidente de El Salvador pelándose con todos en una pose de matón del barrio, o afirmaciones voluntaristas que generen la sensación de máxima autoridad, como el caso de Alberto Fernández o la declaración de estados de emergencia o toques de queda como en Perú o Chile por caso”, cerró.
Aruj
“Ante todo, comprender que aunque repitamos hasta el hartazgo que la comunicación de crisis es algo para lo que siempre debemos estar preparados y ojalá nunca debemos utilizarla, nadie la tiene en mente cuando asume su gestión”, advierte Daniela Aruj, consultora en comunicación política.
“En el Presidente y su gabinete se percibe ejecutividad y atención completa. Esto parece obvio pero al ver cómo se está trabajando en países como México podemos darnos cuenta de que no es así”, agrega.
“Muchas veces se habla de imagen política y esta es la oportunidad para explicar que imagen política, entre otras cosas, es ver al Presidente junto a los gobernadores o ver a su equipo junto a los miembros de la oposición, todos juntos trabajando con el mismo objetivo. En crisis esto es moneda corriente pero en Argentina es bastante nuevo y esperemos que nos sirva de ejercicio para cuando hayamos superado al coronavirus”, se entusiasma.
Avruj enfatiza la importante de centralizar la comunicación.
“En términos comunicacionales lo ideal sería concentrar la comunicación en pocas voces: el Presidente, su jefe de gabinete y el ministro de salud. Pudiendo haber otras voces para medidas concretas económicas y sociales, no deberían ser más de cinco los voceros ya que esto aumenta la confianza de la población”, expresa.
“Siempre, y más aún en crisis, los gobiernos deben comunicar para el 100% de sus habitantes. Por eso, la cadena nacional debe complementarse con redes sociales y todo medio disponible. Aquí la convergencia de medios es indispensable. Porque, si no aparece la voz oficial, aparecen otras voces y con ellas fake news, confusión y caos. Creo que esto puede hacerse bastante mejor”, advierte.
“También puede percibirse la falta de un plan de acción ya que se van tomando medidas aisladas y se comunican cuando se toman. Incluso muchas veces se filtran antes de ser comunicadas y genera miedo, inseguridad y reacciones no deseadas como el sobre abastecimiento de la población”, analiza.
Aruj agrega que se podría sugerir que en las comunicaciones oficiales se eviten las subjetividades y los juicios de valor.
“En crisis lo esperable es información en términos sencillos, completos, llanos y que llegue masivamente por todos los canales disponibles a todos los argentinos. No hay lugar para presunciones, amenazas ni discursos políticos”, explica.
“Este es el momento para estar unidos y aportar conocimientos desde la comprensión y la empatía con el convencimiento de que se está trabajando con responsabilidad celeridad y excelente predisposición”, cierra.
Mann
“Ante la duda, consulte a su médico”, dice Silvia Mann, también asesora en comunicación política, y crítica sobre cómo el Gobierno está manejando la situación.
“Aquella respuesta del médico a cargo del ministerio de Salud fue, como mínimo, llamativa y lo que siguió como comunicación de Gobierno demostró desinteligencia, miedo, conflictos internos, y diferentes estilos e incoherencia”, analiza.
“Si trazamos una recta desde Córdoba a la capital de China, tenemos unos 18.887 km. Allí, en una provincia del centro del país, en noviembre de 2019 se reportó un caso de una enfermedad causada por un virus nuevo. En diciembre, ya era epidemia. Quienes trabajamos en comunicación, tenemos una especie de intuición para trackear información. Una especie de ‘ojo con eso’, especialmente si es sobre salud. Por una cuestión de lógica, damos por supuesto que un profesional del área estaría atento a eso. Parece que no. Para Ginés González García, era imposible que el virus llegar a Argentina. No era la respuesta científica que se esperaba de un médico, menos de uno a cargo de un ministerio militado hasta el cansancio porque la gestión anterior lo había ‘eliminado’ (cosa que no es real, si vamos al caso)”, agrega.
Según Mann, la respuesta más apropiada hubiera sido la típica de un médico: prevenir (“Estamos monitoreando con organismos internacionales el desarrollo de la epidemia y trabajando protocolos preventivos y de acción”) y contener (“Por el momento el riesgo es mínimo, pero no descartamos tomar acciones si las condiciones cambian”).
“¿Cuánto hubiera cambiado la situación si no hubieran subestimado el avance de la enfermedad y la capacidad crítica de la población?”, se pregunta, y se responde: “De ahí en más, la comunicación oficial se transformó en una cadena de errores. González García dilapidó su capital profesional con una serie de declaraciones polémicas al punto de que fue el propio Presidente quien tuvo que hacerse cargo del asunto (un poco también para disimular otros problemas)”.
La especialista cordobesa agrega que, mientras tanto, las tensiones internas buscan la rendija para salir y hacerse notar: “Hay discursos contradictorios; funcionarios, segundas y hasta terceras líneas dando su opinión personal y no profesional respecto de su cartera o función; y medidas contradictorias”.
Finalmente, Mann recuerda lo que pasó cuando se anunció la primera cadena nacional del Presidente.
“Aplazada tres veces en su horario, Fernández apareció en una cadena editada, leída, sobreactuada, con tono paternalista y por momentos autoritario. No sumó”, analiza. “En el camino, activaron referentes artísticos como fuerza de choque. Aparecieron en los programas de TV más vistos y en redes sociales sus interlocutores con “el pueblo”, a generar grieta”, afirma.
“Y en el plano más bajo, salieron los militantes a ideologizar la epidemia. Probablemente, seamos el único país de la pandemia donde el virus sea clasificado como de clase alta, el contagio asignado a la ruptura del tejido social y, lo más inverosímil, que la solución vendría de Cuba o Venezuela”.
“Comunicar es hacer comunidad. Cuando aprendemos a comunicar, nuestro entorno cambia, la sociedad cambia. Comunicar no solo es emitir o transmitir un mensaje, es, básicamente, escuchar y también comprender, proponer, gestionar el riesgo y dar respuestas. A todos. En mi opinión, estuvieron yendo en el sentido contrario, rompiendo la comunión que se necesita para aunar los esfuerzos”, explica Mann y, ante algunos cambios, advierte: “Parece que advirtieron el error y se ven algunos cambios. Espero que así sea, por el bien de todos. Mientras, quedate en casa”.