En 2017, Juanjo Ceccón tuvo una suerte de epifanía musical. Su primer disco, Antihéroe, fue nominado como Mejor Álbum Nuevo Artista Pop para los Premios Gardel y nada volvió a ser igual para él.
Oriundo de Arroyito, el cantautor había grabado aquel material sin demasiadas expectativas más que las de redondear una obra de su preferencia. Con otras prioridades en mente, el músico logró cerrar el disco luego de varios años pero ese fue apenas el picaporte de la puerta que abrió un camino inesperado.
“Fue un golazo. Para un artista del interior del interior imagínate lo que es”, comenta hoy este arroyitense radicado en la ciudad santafesina de Rafaela, que a partir de aquella nominación decidió revisar su propio vínculo con la música e inició una nueva etapa en su carrera.
“Me gustan los estribillos, me gustan las canciones pegadizas”, admite sin vueltas Ceccón, que se confiesa cultor del “pop canción” y busca dejar plasmada esa impronta en Sinfonías, segundo disco en solitario en el que cuenta con la producción de Nelson Pombal, uno de los responsables detrás del último álbum de estudio de Charly García,
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Distancia social
“Como yo estoy en Rafaela y Nelson en Buenos Aires, él me hizo el lazo con Mariano Braun, de Rosario. Buscamos un lugar intermedio y ahí ellos me proponen producirme el disco. Para mí es una experiencia que significa sobre todo aprendizaje”, comenta Ceccón sobre esta suerte de “mixtura orgánica y electrónica” que plantea el disco desde su concepción.
“Esto es un cambio absolutamente radical”, acota el cordobés comparando este actual proceso creativo con lo que fue su primer trabajo. “Estoy siendo producido y me encanta, aparte que son dos monstruos Mariano y Nelson”, define.
“Ahora estamos trabajando a distancia, yo grabando desde acá y teniendo reuniones por Zoom, por WhatsApp, por todas las redes posibles. Vamos a manejarnos así por ahora”, añade en relación al escenario planteado por la pandemia.
De hecho, ese pequeño detalle llamado coronavirus obligó a Ceccón a recalcular sobre la marcha. Tenía pensado editar cada canción de Sinfonías por separado y junto a un clip audiovisual. El aislamiento lo llevó a reformular esa idea pero el concepto –un disco construido a partir del proceso de sus canciones– siguió firme.
“Si bien creo en el formato disco, para generarle mayor atención a cada canción lo mejor era presentar cada una como corresponde, dándole un contexto acorde, un trato diferente desde lo visual también. También para seguir los tiempos y para resarcirme de algunos pecados que cometí en el primer disco”, admite el músico, que trabaja junto al realizador Dani Strubia.
“Es una situación muy particular. Para el próximo video vamos a apelar a recursos más líricos”, dice Ceccón. Se refiere a Hablame, tercer track de Sinfonías que será presentado en sociedad luego de los estrenos de Cada una de tus dudas –publicado en 2019- y del más reciente No me lo haces fácil.
–Desde aquella nominación a hoy. ¿Cuánto influyó toda esa experiencia a la hora de trabajar en “Sinfonías”?
–La idea era jerarquizar todo, “profesionalizar” absolutamente todo. Yo toqué muchos años la batería en otra banda (Que Te Pasa Squash), Antihéroe era mi primera experiencia haciendo un disco y no me fue para nada mal para ser un disco grabado en mi ciudad y con pocos recursos. En este caso decidí apostar más. Me acuerdo de una charla en la entrega de los Gardel con Carlos Sada (de Sullivan, también nominado en esa edición). “Imaginate si hubiésemos apostado más, ¿qué hubiese pasado?”, me dijo. Y me quedé con esa frase. La premisa es esa: apostar aún más mediante lo que se pueda y rodearme de gente que sepa mucho más que yo. También sé que la sumatoria de errores hace un estilo, así que estoy en esa.
–Hace tres años decías que antes de la nominación al Gardel la música había dejado de ser tu prioridad. ¿Qué cambió desde entonces?
–Le había sacado un poco de libido a la música. Estuve mucho tiempo para sacar Antihéroe, que salió en 2016 pero yo lo grabé en 2012. En el medio me pasaron un montón de cosas, me mudé de Arroyito a Rafaela, de todo. Lo del Gardel vino en un momento en el que no le estaba prestando atención a qué pasaba o no pasaba, sino más bien disfrutando de juntarme a tocar con mi banda. Me agarró de sopetón. Y eso es lo que aprendí: no volverte loco ni tomarte tan en serio. Me acordé de por qué hacía música, que es porque me divierte. Un día probé el piano, me gustó más que la batería y acá estoy. Estoy apostando más ahora que antes, pero sin obsesionarme y tratando de aprender todo el tiempo.