La Policía Nacional desmanteló la mayor red de “telecoca” de la ciudad de Madrid, un grupo perfectamente especializado que contaba con dos call center donde recibían los pedidos, 25 distribuidores por toda la capital y 2.000 clientes, tal y como han indicado esta mañana en rueda de prensa el comisario jefe de la UDYCO, José Antonio Rodríguez San Román y el jefe del GOIT, Juan Miguel Hernández.
Según explicaron, la investigación comenzó en febrero de 2019 y en ella participaron 250 agentes del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas (GOIT), Grupos técnicos de vigilancia, Grupo Especial de Operaciones (GEO), Guías Caninos, Policía Científica y Seguridad Ciudadana, con la colaboración del Juzgado de Instrucción número 13 de Madrid y la Fiscalía Antidroga.
Tráfico de drogas a pequeña escala
Un núcleo investigador apoyado por un grupo técnico experto en vigilancia se configuró en la Policía Nacional para acreditar cómo se estaba produciendo el tráfico de drogas a pequeña escala de la capital.
Descubrieron que un grupo organizado de forma empresarial se había hecho con las pequeñas redes que existían ya en determinadas zonas de Madrid. Su funcionamiento básico era distribuir cocaína al por menor previa petición.
Modus operandi
El cliente pedía por teléfono o con mensaje dónde y cuándo quería la droga, mensaje que recibían dos personas en dos call centers ubicados en Las Tablas y Cuzco. Atendían de 11 a 24 horas de lunes a jueves y de 11 a 1 de la madrugada los fines de semanas. Les ofrecían “compromiso de calidad y tiempo” en unos 20 minutos. Había 25 distribuidores que habían parcelado la capital en 8 zonas (2 o 3 individuos por cada zona).
También recibían el encargo de los dos teleoperadores y llevaban las pequeñas dosis a casa del cliente con una moto o incluso en transporte público durante las primeras semanas del estado de alarma.
La motocicleta se las compraba la banda y por ello les descontaba todos los meses una cantidad. Los que llevaban motos más grandes llegaban a los puntos más alejados. Los “camellos” cobraban un sueldo que rondaba entre los 6.000 y los 8.000 euros semanales limpios, ya que era un sueldo fijo con suplementos. Trabajaban entre 12 y 14 horas diarias, por lo hacían unas 500 entregas diarias. También tenían sus días de libranza y vacaciones.
La banda había creado un enlace que se encargaba de preparar la droga y elaborar las monodosis en pequeñas bolsitas, todas con el mismo precio de 60 euros el gramo, y todas con el mismo precinto verde como marca de calidad de la organización, cuya cantidad periódicamente facilitaban a los repartidores en función de una estudiada estadística de sus ventas. No se permitía ni préstamos ni fiados.
Clientes registrados
De los 2.000 clientes muchos eran fijos y así estaban registrados en los ficheros de los call centers. Se dejaban el dinero y la droga en los felpudos de sus puertas, en los cuartos de basura o donde quedaran. Por Navidad les regalaban una dosis como ‘aguinaldo’.
También había clientes esporádicos e incluso turistas que llegaban a Madrid que conocían los teléfonos a través del boca a boca.
Normalmente llamaban pidiendo falsamente comida para intentar no ser pillados en caso de que los teléfono estuvieran pinchados. De hecho, para evitarlo la organización cambiaba cada poco los teléfonos y los domicilios de sus empleados.
La banda llegó a descubrir que algunos de sus repartidores les estafaron porque entregaban menos droga de la que el cliente había pedido o la adulteraban con el objetivo de crear un mercado paralelo. Esos “trabajadores infieles” fueron despedidos, les quitaron las comisiones o no les encargaban más repartos durante un tiempo, dependiendo el grado de estafa. Pero no emplearon violencia ni agresiones hacia ellos, según las mismas fuentes.
Cómo operaban durante la pandemia
La organización del telecoca madrileña cambió su modus operandi durante el inicio de la pandemia. Con la aprobación del estado de alarma, dejaron de funcionar una semana y pidieron a los clientes que tuvieran paciencia porque se estaban reorganizando. E incluso a algunos les recomendaban que “aprovecharan este tiempo para desintoxicarse”, según los mensajes interceptados por la Policía.
Ya en abril reactivaron los repartos. Para ello los distribuidores, vestidos con ropa de deporte, tomaban el autobús y quedaban con sus clientes en supermercados. Allí intercambiaban dinero por caramelos rellenos del estupefaciente o también en coleteros. Con el tiempo, los agentes detectaron que la banda con 20 almacenes por todo Madrid desde los cuales parten los camellos para hacer entrega de la cocaína solicitada.
Una vez que los investigadores acreditaron el entramado criminal y establecieron las tareas que llevaba cada miembro de la organización, los agentes planificaron un dispositivo que ejecutaron el 9 de junio con 21 registros simultáneos. Arrestaron a 28 personas (dos proveedores de la droga, los dos teleoperadores y el resto repartidores), diez motocicletas, 85.000 euros en efectivo, casi cuatro kilos de cocaína, decenas de terminales móviles y efectos relacionados con la venta de drogas. Cuatro de ellos han acabado en prisión.
Antecedentes delictivos
La banda, la mayoría entre 20 y 40 años de edad, colombianos y con antecedentes, había distribuido durante el tiempo de investigación 45 kilos de cocaína, por lo que podrían haber movido dos millones y medio de euros, han detallado los responsables de la operación policial.