Algunos la llaman construcción cultural, y empiezo por admitirme como una “víctima” de Hollywood. El cine y la música forjaron, casi sin que me diera cuenta, mi visión sobre finales felices o bandas de sonido ideales para pensar la vida como en una película.
Por eso fue un viaje en todos los sentidos la posibilidad que tuve allá por 2016 de ir a Los Ángeles, la cuna de los sueños disparados desde el celuloide a nivel mainstream.
La invitación fue de Warner, para entrevistar a los actores de un lanzamiento de peso para la televisión abierta de Estados Unidos, y que a Latinoamérica llegaría por Sony.
Se trataba de la versión televisiva de Arma mortal: una remake que se subía a la fiebre de las series, apelando a un golpe nostálgico al recrear las aventuras de los policías Martin Riggs y Roger Murtaugh.
Todo comenzó con un hecho ya de por sí cinematográfico al arribar al aeropuerto: me esperaban con un cartelito con mi nombre, y un tremendísimo Cadillac cero kilómetro con chofer para llevarme al hotel. Creo que con la emoción de ese momento ya podría haber vuelto satisfecho a casa.
Me hospedé en el Hilton Universal City, un imponente cuatro estrellas ubicado cerca de Burbank, la zona donde están varios de los principales estudios de televisión.
¿Vieron esos tinglados que aparecen al comienzo de tantísimas películas, con una toma aérea color ocre que luego se transforman en el logo de la Warner? Por ahí empezó el tour. Junto con un grupo de periodistas latinoamericanos, fuimos a Warner Bros. Studios, una de las mayores fábricas de fantasías del mundo.
Cada uno de los tinglados son los “stages”, o los sets donde se rodaron tanques como The Big Bang Theory, Friends, V: invasión extraterrestre y escenas de películas como Blade Runner y hasta Casablanca.
Ahí pude ver cómo recreaban al detalle el departamento de Policía de Los Ángeles para Arma Mortal, con una curiosidad. Al mirar por la ventana pareciera que estamos en el piso 23 de un edificio en el centro de Los Ángeles, cuando en realidad lo que se observa del otro lado es una gigantografía a escala real de lo que se vería desde ahí. Un truco detrás de la magia de la TV.
Así recorrimos algunos sets del programa y entrevistamos a varios de los actores.
Por la tarde, nos quedaría el encuentro con otro de los protagonistas en una locación en set de exteriores.
El último boy scout
En 1991 se estrenó una película que, años más tarde, tuvo destino de alta rotación en las siestas y trasnoches de El Doce. Se trataba de El último boy scout, una de acción bien de otra época, con Bruce Willis (todavía con pelo) y su colega, Damon Wayans.
Este último era un afroamericano calvo, muy canchero y apuesto, que interpretaba a un ex jugador de fútbol americano conocido por haber sido “el brazo del millón del dólares”. Vi la películas un par de veces: era un adolescente con tiempo y sin Internet ni Netflix.
Las vueltas de la vida hicieron que 25 años más tarde, me encontrara en un hotel esperando que el mismo Wayans terminara de rodar una escena de la nueva Arma Mortal, para poder entrevistarlo, junto con mis colegas.
En primera instancia se suponía que íbamos a presenciar el rodaje, pero algo empezó a suceder, y esa dejó de ser una opción. Nos hicieron esperar en un salón, hasta que terminaran la toma.
Después de un largo rato, Wayans apareció algo cruzado, seguramente fastidiado por haber estado renegando con la escena. Ahora, encima, tenía que responder preguntas de unos periodistas latinoamericanos.
Ahí contó que poco tiempo atrás había sido operado de un tumor cerebral (“era del tamaño de un huevo”), por el que prácticamente había tenido que aprender a hablar de nuevo.
Fui uno de los primeros en romper el hielo de las preguntas, y como la serie era una “buddy movie” (de amigos) le consulté cómo había resultado la química con el otro actor protagónico (Clayne Crawford). “Nos pagan por eso, para que tengamos química”, empezó diciendo con algo de sarcasmo.
“Yo vengo de una gran familia y estoy acostumbrado a relacionarme con todo tipo de personalidades, así que es fácil para mí llevarme bien con la gente. En mi vida, no he conocido a nadie con el que no me lleve bien… incluso hasta con vos”, me dijo, mirándome fijo.
Después de dejar un segundo de un silencio incómodo, tiró un “estoy bromeando”, junto con un gesto de manos como si corriera algo del frente. Entre que la charla era en inglés y lo tensa de la situación, me costó un rato procesar la canchereada.
Igualmente, cuando terminó la charla con todos, la gente de Warner le pidió que se sacara una foto con nosotros, como una formalidad. De casualidad me tocó quedar a su lado, y aproveché para decirle que en los ‘90, había sido “muy popular” en Argentina por su papel en El último boy scout, subiéndole bastante el precio a su fama. “Really?”, (¿En serio?) me contestó, con cara de sorprendido.