La vida tiene eso. Un instante cambia todo. Para bien o para mal. Y Lucas Zelarayán tiene en su carrera futbolística “ese momento”. Lo contó en una nota con Mundo D en junio de 2016. Aquella vez, “el Chino” y su familia recorrieron la plaza del barrio Residencial Oeste, que está en frente de la casa familiar, y recordaron los días de la infancia y la juventud de “Luquita”, como le dicen en la intimidad.

Los hermanos, la mamá y el papá recordaron que “vivía” en los picados en esa plaza que hoy tiene un mural en el que lo representan con la 10 de Belgrano y la leyenda “Un Muchacho de Barrio”.

Ese mural no hubiera existido si el pequeño Lucas no hubiera llegado a Belgrano. Algo que casi no pasa. Estaba ahí de Talleres. Y en esa misma plaza pasó algo que cambió ese destino.

Lo contó el “cachetón” como lo “charlaban” todos por su físico retacón en aquellos años de adolescencia.

“Tenía 15 años y estaba en Atalaya. En ese momento, los jugadores de Atalaya pasaban a Talleres y yo estaba en esa lista. Pero jugando un picado acá me lesioné el peroné. No pasé a Talleres por esa lesión, por esta plaza… así de dieron las cosas”.

El relato le deja la sensación de que el destino lo quería de celeste.

La nota también destaca el inicio de la vida belgranense de Zelarayán…

En esa misma plaza se subía al rastrojero del “Tata” Arce, que subía a los vecinos para ir a la cancha a ver a Belgrano. “Cómo me gustaba ir a la cancha, la aventura de ir, era muy lindo. Nunca puteaba a los jugadores, pero a los árbitros sí, ja”.

La plaza en la que nació su vida de futbolista fue el lugar en el que su vida. 

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