La crisis humanitaria generada por el coronavirus en la República Popular China ha puesto la atención de buena parte de los medios internacionales en el este de Asia, pero esta región ha estado en el centro del universo económico por décadas. Mucho se ha escrito sobre el milagro asiático, un crecimiento sostenido por décadas de un número de países que lograron altos niveles de desarrollo y bienestar similares a los de Occidente. A excepción de Hong Kong, las economías más desarrolladas de la región durante sus primeros años utilizaron medidas tales como la intervención del comercio y políticas industriales agresivas, frecuentemente a través de un gran sector de empresas públicas, y sosteniéndolo con políticas macroeconómicas proinversión.

El elemento principal para lograr esto fue la planificación estatal. Las transformaciones demográficas, estructurales, sociales y económicas fueron rapidísimas, en menos de medio siglo pasaron de sociedades rurales a esquemas de producción de alta complejidad.

En ese mismo tiempo las economías de la región multiplicaron varias veces su PIB y hoy en día tienen una participación significativa en la economía mundial. En la actualidad, como sucede en los países más desarrollados de Occidente, enfrentan desafíos propios de economías consolidadas y bajo crecimiento.

Vale hacer un repaso. El primero en lograr una industria incipiente fue Japón en los ’50, y en la década siguiente se sumaron los tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y la isla de Taiwán). Debe tenerse en cuenta que la región fue afectada por la Segunda Guerra Mundial y posteriores conflictos internos que tuvieron efectos socioeconómicos devastadores.

Durante la primera etapa de desarrollo, los gobiernos basaron su estrategia en bajos costos laborales, inversión regulada, sistema bancario estatal y productos de bajo valor agregado. Esto impulsó la creación de empresas de capital mixto (público-privado) que sirvieron como eje para el desarrollo industrial multisectorial.

Son reconocidas las empresas como LG, Hyundai, Toyota, Sony, Asus, Mitsubishi o Kia, entre otras. La mayoría de estas firmas experimentaron grandes transformaciones estructurales apoyadas en los incentivos estatales, diversificaron su producción y posteriormente comenzaron su expansión global.

El caso de Samsung es bastante gráfico para entender esta transformación. La empresa comenzó como una pesquera en los años ’30 para después reconvertirse en una productora de transistores, a vender televisores de baja calidad y hoy en día ser una de las firmas líderes en telefonía, equipos audiovisuales y electrodomésticos.

Existe una segunda etapa en el desarrollo económico regional donde el foco estaba puesto en el conocimiento. Durante este período los gobiernos establecieron programas educativos más rigurosos para que su población se convirtiese en el mayor recurso productivo y les permita hoy ser protagonistas en los sectores intensivos en conocimiento como son la informática y la inteligencia artificial.

Apertura económica

Por otro lado, las primeras políticas de liberalización de la economía ya habían comenzado a mediados de los ’80, pero no fue hasta fines de la década siguiente que la región experimentó la mayor crisis financiera en su historia y esta derivó en grandes reformas estructurales, principalmente Corea del Sur y Tailandia.

Esto permitió la apertura a la inversión extranjera directa, reformas bancarias, financieras, políticas y fiscales. La mayoría de las economías del este de Asia pudieron recuperarse rápidamente y seguir un sendero de expansión internacional enfocadas en la exportación de productos de alto valor agregado e insertarse en las cadenas globales de valor.

En un mercado globalizado, la meta era el equilibrio regional, incrementar el bienestar social, y comenzaron las primeras políticas verdes para reparar los daños ecológicos, hechos propios de una industrialización tardía. Sumado a esto, el Estado retrocedió ante el avance de los mercados, y con el tiempo comenzó una etapa de austeridad del gasto público.

El desarrollo económico puede percibirse en la arquitectura urbana. Estas megaciudades ostentan un gran desarrollo en infraestructura, transporte y habitacional. También el momento en el cual cada economía alcanzó su pico de desarrollo.

China lidera el mayor número de proyectos de ciudades inteligentes en el mundo y es la economía más pujante de la región. Hay diferencias notables entre el sistema de trenes subterráneos de Beijing y el de Seúl, tanto en la modernidad de los coches y las estaciones como en su extensión.

¿El fin del crecimiento?

La tendencia de crecimiento acelerado parece haber llegado a su fin. Como lo advierte el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, la región parece haber entrado en una fase de “japonificación”: un crecimiento lento, baja inflación, tasas de interés perpetuamente bajas, envejecimiento de la población y la reducción de la fuerza laboral.

Japón, el primero en desarrollarse, hace mucho tiempo que enfrenta problemas de crecimiento, similares al de las economías occidentales. Este parecería ser el futuro cercano de la región.

Las expectativas de crecimiento de Corea del Sur para este año son menores al 1% y su par Singapur, 1,5%. Esto pone mucha presión a los gobiernos regionales que enfrentan los reclamos de sociedades ya acostumbradas a ciertas condiciones socioeconómicas.

Los mandatarios de estos países están en un atolladero, ya que no pueden seguir endeudándose, y la solución es utilizar medidas expansivas como gastar más en infraestructura, tecnologías y educación que mejoren la productividad para impulsar el crecimiento potencial, así como una reforma laboral que incentive la contratación en el sector privado que se ha visto afectado por la automatización del sector de servicios.

Ante los problemas domésticos que enfrentan los gobiernos regionales, la crisis de China pone en riesgo cualquier medida que tomen. La segunda potencia económica mundial es una pieza clave en el esquema productivo regional, especialmente en las cadenas de valor del sector tecnológico, donde se ha creado un ecosistema.

Debe prestarse atención en los próximos meses al este de Asia. Existe un nivel de interdependencia muy alta y un incumplimiento en las expectativas de crecimiento del PIB chino, 6% para este año, que pueden impactar negativamente en todo el mundo, pero principalmente en los países más cercanos.

Reina la incertidumbre en la economía global, algo que se ve reflejado en los mercados internacionales. Uno de los más afectados podría ser Vietnam, que perdería casi un punto del crecimiento de su PIB. No tan lejos quedarían Corea del Sur y Tailandia, dependientes de la cadena de suministros china.

La demanda china de productos de los tigres asiáticos y del sudeste de la región podría desplomarse en virtud de que todos ellos exportan más del 10% hacia el gigante asiático.

Si la tendencia persiste, los problemas estructurales pueden profundizarse y entrar en una etapa crítica. Aunque si hay una cualidad que caracteriza a las sociedades asiáticas es su capacidad de resiliencia.

“Viernes negro”: Impacto en los mercados

Cayeron las bolsas, el precio del petróleo y los granos.

El avance del coronavirus impactó en los mercados. Ayer, cayeron las bolsas en Asia y en Europa, mientras que cotizaron en baja los granos en la Bolsa de Chicago (un 0,64%). Tokio cayó un 2,72 %; Hong Kong, un 2,32 %; y Seúl, un 2,16 %. En tanto, la Bolsa española llegó a bajar 6,6%; Londres, un 3,4%; Fráncfort, un 3,5%, y París, un 3,8%. Los precios del petróleo se desplomaron 10%, en su peor día en cinco años por el fracaso de la Opep.
 

*Especial

Pánico. El miedo al avance del brote hizo desplomar los precios del petróleo, que cayó un siete por ciento, los más bajos desde julio de 2017. (AP)