“¿Qué puntaje le das al Doom Eternal?”. La pregunta salta en los foros de gamers días antes de este 20 de marzo en el que el videojuego de acción en primera persona salió al mercado en unos miles de pesos argentinos (de cuatro a cinco, dependiendo dónde se compra y a quién y en qué soporte).
La respuesta es de quien escribe esta nota. Va:
9 para 10 puntos… ¡Es un DOOM! Frenético y “laberintoso”, terminás en ese lindo mareo de combates casi cuerpo a cuerpo. El sonido de las armas te envuelven y te dejan titilando. Tiene la típica pirotecnia visual de un DOOM y el chiche de ejecuciones con una sierra que te manchan la pantalla de rojo con el monstruo descuartizado. Es el juego de siempre pero mejor que nunca, adaptado a los tiempos que corren. Se mejoran las armas, se adapta la jugabilidad a cada uno. En un par de misiones… al infierno en el infierno lo desatás vos. RECOMENDABLE para estos días de cuarentena y para cuando pase el temblor social. El que lo juegue por primera vez en Play 4 extrañará el fijar la mira con el L2. El que se acostumbre a DOOM y vuelva a los shooters clásicos… extrañará jugar al DOOM.
Lo probamos en una Playstation 4 Pro en una TV 4K gracias a los códigos de Bethesda, distribuidora del juego desarrollado por id Software. El juego está disponible para Xbox One, PlayStation 4 Computer Entertainment System, PC a través de Bethesda Launcher, Steam y Google STADIA.
Y así de frenético como es Doom Eternal, de deslumbrante y de (perdón por la palabra) adictivo, y con los manos sensibles después de apretar tantos botones sentados en al punta de la silla, sale esta erupción de descripciones sobre lo que te vas a encontrar con su jugabilidad.
- Hay muchísima información sobre los demonios en el menú de juego.
- Ya lo apunté y lo apunto otra vez: si lo jugás por primera vez, te va a resultar extraño no usar la mira con el comando L2.
- El doble salto te salva las papas en esas masacres que se arman cuando empieza a sonar la “musiquita heavy”.
- Los demonios a los que enfrentás tienen puntos débiles, pero si te demorás en encontrarlos ellos te encuentran a vos.
- El gunplay es velocísimo; ni te hace falta un comando para correr; y la música heavy metal de fondo te pone los pelos de punta.
- Tiene un lindo y amigable mapa en 3D para recorrer de todo y algo de parkour como para cortar entre tantos tiros.
- El juego está bien equilibrado en el apartado de las municiones: no abundan, tampoco escasean. Administrarlas es el componente táctico de un shooter sin táctica.
- Lo digo otra vez: Te sale el tic de querer correr y no te hace falta. Vuela de por sí. Extrañás el fijar la mira antes de disparar y te lleva a una nueva o vieja experiencia.
- Hay recorridos del tipo tubular, sí; y hay un generoso mapa para meterse por recovecos y buscar ayudas y mejoras.
- Quedarse quieto a darle de frente, no es una opción en todo momento. Pero sí: es un shooter de distancias cortas. Premia al atrevido, al que va al frente.
- Mejoras de armas y del personaje al estilo rol, como para pasarse un toque de tiempo personalizando la jugabilidad.
- Cierta acción circular: entre escapes y ataques y saltos, te la pasás dando vueltas.
- Doom Slayer, el personaje, le falta cierto carisma; pero el carisma del juego está en la acción.
- Te saca de la silla. Tiene un ritmazo. No hay respiro cuando empieza a sonar la música heavy metal (¿ya lo habíamos dicho? Es que ese componente reiterativo es mágico en Doom).
- Doom eterbnal es un culto al reflejo. Acción, reacción, acción, acción, sería la matemática de Doom.
- Infernales escenarios, con verticalidad y “laberintosidad” (el término no existe en la real academica española, pero sí para un gamer que haya jugado en Doom).
- Cortar, ejecutar y usar el lanzallamas va dando “ayudas”: o armaduras, o munición o salud.
- Se puede cambiar de nivel en cualquier momento de la partida en el modo campaña.
- ¿La historia? Sí, no está abandonado, pero tampoco es Death Stranding, claro.
Es un Doom. Es Doom Eternal, la última y mejor versión de este clásico noventoso que es de necesidad y urgencia para estos tiempos de aislamiento que corren.