El título sólo busca llamar la atención, pues en este rubro, como en casi todos los tópicos, los seres humanos no estamos en condiciones de hacer un pronóstico con posibilidades de acierto.
Es tal el grado de incertidumbre, siempre vigente en la historia pero mucho más a partir de esta experiencia impactante que estamos viviendo con el coronavirus, que no sabemos cómo se comportará la enfermedad en el mundo y ni siquiera en nuestro vecindario.
Pero hay una cosa que casi podemos asegurar: habrá cambios profundos en las costumbres, en las predilecciones y en el comportamiento de los consumidores.
Y en el desarrollo inmobiliario, creo que esas transformaciones se van a enfocar en cuatro aspectos:
Diseño. Un colega de Buenos Aires se planteaba días atrás la ironía de que el metro cuadrado de balcón antes se vendía a la mitad de precio que el metro cubierto, mientras que ahora, muchos pagarían más del doble para tener balcón o tener uno mayor.
Luego de esta cuarentena, y con el temor a reiterar la vivencia con este virus o con otro, ¿no buscará la gente jardines o espacios verdes en lugar de departamentos? ¿Tendrán la misma importancia los espacios comunitarios en los edificios o condominios? ¿Subsistirá la tendencia a “menos hogar y más comunidad”? ¿La mayor ventilación y la facilidad de limpieza en las viviendas serán factores a considerar?
Tecnología. ¿Seguiremos construyendo con la lentitud y el desperdicio con que se viene haciendo desde siglos o se utilizarán métodos más rápidos, más sustentables y saludables? ¿Serán estas modalidades constructivas menos artesanales y más industrializadas, con sistemas modulares en acero o madera, ya existentes en el mercado, que hagan que una vivienda pueda estar lista en uno o dos meses?
Hay infinidad de ejemplos en el mundo. Amazon invirtió en la fábrica de casas Plant Prefab de California, Tecno Fast es una empresa chilena que factura cientos de millones de dólares y la lista podría ser interminable. Pienso que en nuestro país las nuevas tecnologías en construcción tienen un campo ilimitado.
Comercial. La pandemia le ha dado un fuerte impulso a la venta digital y los propios miembros del mercado nos hemos sorprendido por la facilidad y velocidad de la adaptación.
Por supuesto que no es sólo eso, sino una mayor utilización de las redes sociales, de los teléfonos móviles y de programas adaptados para este modo de venta.
Compromiso. Esta vivencia obligará a las empresas a superar nuestros “sesgos cognitivos” para estar más abiertos a nuevas oportunidades, a reinterpretar necesidades, a ejercitar la escucha y ser más colaborativos.
¿Se repensarán las formas de vivir la ciudad y de convivencia entre los vecinos? ¿Cuál será nuestro aporte como desarrollistas a una nueva vivencia del espacio público, la densidad, los soportes comerciales y de servicios?
Y de cara a la comunidad, ¿cómo empatizamos con las necesidades socioeconómicas que dejará esta crisis en nuestros entornos?
En definitiva, en un mercado que continuará sufriendo la severa crisis económica provocada por el coronavirus, las empresas desarrollistas, siguiendo la teoría del océano azul, deberán dejar de centrarse en igualar o en vencer a la competencia, para hacer foco en el producto, intentado ganar nuevos mercados con bienes o servicios en los que no haya competidores directos, basándose en la innovación en valor.
Los increíbles cambios que se avecinan van a modificar el paradigma histórico del negocio inmobiliario que consistía en “ubicación, ubicación y ubicación”, por otro más complejo de alcanzar, pero que da muchos y mejores resultados: “diferenciación, diferenciación y diferenciación”.
*Director de Grupo Edisur