¿Cuántas veces sentimos un nudo en la garganta, o dolor de estómago al entrar a un lugar?

¿Cuántas empezamos a tener excesos para anular algunas situaciones de incomodidad?

Y, finalmente, ¿en cuántas oportunidades frente a ciertas personas hacia las cuales sentimos rechazo dejamos pasa o minimizamos lo que nos pasa?

En un momento en el que tenemos cada vez más exigencias cotidianas, también cada vez estamos más temerosos de lo que sentimos.

Y, por ende, negamos nuestras sensaciones corporales: tristeza, enojo, bronca, y opresión en el pecho, entre otras. Decimos cosas como “ya va a pasar”,“no es nada”, o el muy común de los adolescentes “ya fue”.

Desde niños, para tolerar la vida nos vamos armando una coraza, es decir, un mecanismo de protección que se hace crónico, una suerte de escudo que nos resguarda. Así, nos vamos “acorazando”.

Y lo hacemos porque tenemos miedo de sentir, ya sea sensaciones lindas, como sensaciones feas (enojo, tristeza, angustia, ira, bronca).

Aprendemos a controlar las emociones displacenteras mediante la coraza. Esto es: nos cerramos para no sufrir. Pero cuando nos cerramos, también nos cerramos a las cosas buenas.

Entonces, nos llenamos de actividades para hacer y no sentir. ¿Qué hacemos con esas emociones? Las bloqueamos, las guardamos en nuestro cuerpo. Y allí, se alojan todas esas emociones viejas que tanto daño nos hicieron en algún momento.

El cuerpo es nuestra historia congelada.

A través de la psicoterapia corporal, se observa el lenguaje corporal.

Indicadores corporales contribuyen a obtener datos sobre un paciente: su pecho hundido o inflado, su cuello, su postura corporal, la posición de los hombros, la expresión de los ojos, la pisada, la columna y su respiración.

La psicoterapia corporal propone registrar el cuerpo, hacer contacto con uno mismo. Pero no desde el pensamiento, sino desde la sensación. En fin, registrar lo que se va sintiendo para ir sacándolo y asociándolo al origen de la emoción.

 

Es posible lograr que, progresivamente, se vaya abriendo la coraza, con ejercicios de respiración y de descarga. La terapia es eficaz porque permite sacar las emociones negativas y, mientras más sacamos, más nos encontramos con las placenteras.

Los objetivos de la terapia corporal son contener y apoyar al paciente, fortalecer su seguridad, enseñarle a autoafirmarse y a reestructurarse y fomentar los deseos y la autoestima.

 En conclusión, cuando se abre la coraza, salen las emociones viejas: angustia, bronca, miedo. Pero también es el inicio de una mejoría, porque entran las emociones de alegría, placer, felicidad. Y es posible conectar con la satisfacción, con el placer. Así, se toma de la vida lo que se quiere de ella, lo que se desea.

Y ya no está el miedo a sentir.

 

Ejercicio

  • Piense: ¿qué siente en este momento? ¿Enojo, vergüenza, tristeza, bronca, miedo, ansiedad?
  • ¿En algún otro momento de su vida se ha sentido así?
  • ¿En qué parte de tu cuerpo lo siente? ¿Cabeza, pecho, piernas, estómago?

 

 *  Psicóloga 

Emociones. Las invocamos en el lenguaje, pero no las respetamos en nuestro cuerpo. (La Voz)