A poco del desbordante suceso de Parasite –que parece haber ocurrido hace años-, el cine español entrega su propia comedia negra de infiltración doméstica en Hogar (el título en inglés ilustra aún más el paralelo: “The occupant”, el ocupante), estreno reciente de Netflix.

Dirigido por los hermanos de proyección hollywoodense David y Álex Pastor, el filme sigue al publicista desempleado Javier (Javier Gutiérrez) en un thriller que se nutre de todo aquello que ya venía mal en el mundo pre-coronavirus: cinismo social, competencia darwinista, falta de oportunidades, ostentación de apariencias.

La condición de “mito” del marketing no impide que Javier sea rechazado y denigrado en su búsqueda de trabajo por CEOs jóvenes, a la vez que la falta de presupuesto lo fuerza a mudarse a un departamento más pequeño.

En vez de bajar la cabeza el protagonista adopta la lógica del amo de una manera entre rebelde y perversa (“Tenéis que dejar de pedir disculpas, de pedir permiso”, le dice un coach), como anticipa la desconexión con su familia vulnerable: su mujer (Ruth Díaz) vuelve todos los días “con olor a lejía” de limpiar tiendas y su hijo (Cristian Muñoz) es acosado en el colegio por su obesidad.

Haciendo uso de las viejas llaves de su casa, Javier accede a la vida externamente ideal de Tomás (Mario Casas), vicepresidente de una importante empresa de transporte, su mujer Lara (Bruna Cusí) y su hija Mónica (Iris Vallés).

Al escarbar entre los archivos ajenos descubre que, lejos de toda perfección, la familia sufrió un accidente de auto reciente por la “embriaguez” de Tomás. Javier se hace pasar entonces por un alcohólico en recuperación, se introduce en el clan y exprime diabólicamente su fragilidad.

Desde el vamos queda claro que Hogar exalta el estereotipo –y no lo subvierte como Bong Joon-ho-, en la dinámica facilista de Relatos salvajes, Animal o la recordada Un día
de furia.

El paneo arquitectónico por fachadas e interiores suntuosos con sus vidas de cristal sugiere un juego de proyecciones colectivas y refugios privados en los que el filme no se introduce realmente: el despliegue redunda en una elegancia formal que al guion le queda grande; un problema de ambientes.

El trabajo de Gutiérrez es bueno (parecido al de su rol voyeur en El autor), pero la transformación de su personaje amoral es inverosímil. Y es que él no es humano: es solo la pieza de un engranaje vacío.

Hogar. España, 2020. Guion y dirección: Álex y David Pastor. Con: Javier Gutiérrez, Mario Casas y Bruna Cusí. 103 minutos. Apta para mayores de 16 años. 

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