El Papa renunciará un año más a pasar los meses de julio y agosto en la villa pontificia de Castel Gandolfo, un palacio fortificado del siglo XVII, a orillas del Lago Albano. Francisco permanecerá en la habitación 201 del segundo piso de la Casa Santa Marta, donde reside habitualmente, trabajando, aunque con un ritmo más pausado como ha hecho todos los veranos anteriores desde que fue elegido pontífice.

A sus 83 años, Jorge Mario Bergoglio conserva algunas de las costumbres de cuando era cardenal en Buenos Aires y no hará las maletas para irse a descansar, como sí hacían sus predecesores, sino sólo reducirá la carga de su agenda.

De hecho, el complejo estival pontificio -situado a unos 40 kilómetros de la capital italiana- fue transformado en un museo para los turistas, aunque sólo están abiertas al público unas cuantas salas que albergan vitrinas con los ornamentos litúrgicos pertenecientes a anteriores Pontífices, así como sus retratos.

Aunque el Vaticano aún no lo ha anunciado de forma oficial, durante el mes de julio, el Papa cancelará las audiencias generales públicas de los miércoles, que se retomarán de nuevo en agosto. Las disposiciones de la pandemia han impuesto que las catequesis semanales sean celebradas sin fieles y con el total respeto de las distancias de seguridad en un aula de la Biblioteca Apostólica del Vaticano y no en la plaza de San Pedro.

Su agenda también se ha visto sumamente afectada y ha reducido al mínimo los encuentros y visitas para reducir el riesgo de contagio de coronavirus. En el mes de julio se suspenderán de forma temporal hasta agosto.

Su única cita pública será el ángelus, que continuará rezando asomado a la ventana de su estudio privado en el Palacio Apostólico del Vaticano. Sin embargo, aunque el Pontífice reducirá sus apariciones en público, seguirá trabajando en la redacción de documentos y discursos para el resto del año. Los viajes fuera de Italia también han sido cancelados durante este año por la pandemia.

(DPA/Archivo).