Estamos en aislamiento social preventivo y obligatorio, lo que implica permanecer en casa en cuarentena evitando el contacto físico directo con otras personas o con objetos que pudieran portar el tan temido Coronavirus Covid-19.
Ya sabemos qué hacer para evitar el contagio, cómo mantener la higiene y cómo saludarnos. Pero en la convivencia permanente forzada en la que nos encontramos también es necesaria una higiene mental.
El encierro y el aislamiento pueden despertar algunas emociones cómo miedo intenso, irritabilidad, enojo, falta de concentración, angustia y ansiedad. Si fuera otra situación u otro contexto podría tratarse de un diagnóstico en sí mismo, pero estamos en una situación novedosa, extraordinaria y única en nuestra historia, entonces estos son procesos transitorios, que van a pasar en un tiempo.
No es patológico sentirlos, no evitemos las emociones (no podemos hacerlo sin un costo importante), sí podemos regular, en lo posible, su expresión: identificando con la mayor claridad posible en relación a qué fenómeno sentimos lo que sentimos.
Es decir, si con el encierro me frustro, si con las noticias me asusto y no sé qué hacer, si me enojo con el primero que se cruza, trato de comentar qué siento y de cobrar conciencia en relación a qué es esa sensación o emoción. Si puedo la comunico a quienes me acompañan para que sepan cómo estoy, y si puedo les digo qué necesito (quejarme, llorar, gritar) para qué me puedan entender y/o ayudar.
Es inevitable que sintamos ansiedad o que nos angustiemos ante una incertidumbre tan grande, ante una posible amenaza externa tan enorme.
Esto se va a ver incrementado si a la incertidumbre general se agrega la preocupación financiera personal o familiar, al no poder salir a trabajar y generar los recursos económicos durante el período de aislamiento.
Es muy importante poder recurrir, en diferentes momentos del día al sentido del humor, poder reírnos es fundamental para momentos como éstos, compartir chistes, memes y videos graciosos (si fuera posible no todos sobre el mismo tema, y sin saturar la banda ancha de Internet) ya que es una forma de procesar la situación, tomando una mirada diferente sobre la situación presente, permite mirar y mirarnos desde otro ángulo.
Para prevenir posibles futuros inconvenientes es muy importante (según una revisión de Brooks, Webster & Smith del 14 de marzo de 2020) intentar que ésta experiencia sea lo más tolerable posible: sabiendo qué está pasando y por qué, qué podemos hacer mientras tanto, mantener la calma respecto de los suministros básicos y de alimentos, no utilizar o sobreutilizar recursos que son necesarios para los equipos de salud, y saber que haciendo esto estamos eligiendo asumir el compromiso de ayudar a combatir el contagio y colaborar con el pronto restablecimiento de la rutina normal.
Nosotros y los otros
La psicóloga alemana Karen Horney define en 1937 a la “angustia básica” como “la sensación de estar aislado y solo en un mundo potencialmente hostil” y considera que es un punto de inicio en la construcción de una forma de relacionarse neurótica (la contrapone a una forma más saludable a la que llamaba Erik Erikson “confianza básica”).
Tomando el concepto y trasladándolo a la situación actual, estamos en una situación de angustia básica por una amenaza externa potencial muy grande. Ante semejante amenaza vamos a emplear los mecanismos adquiridos durante nuestra vida para afrontar esa sensación de angustia básica.
Horney planteaba que para resolver ésta situación las personas tienden a fijarse en uno de los tres movimientos posibles en relación a los otros: ir hacia los otros, alejarse de los otros o ir contra los otros.
En una situación de “confianza básica” las personas pueden alternar entre los tres movimientos de manera espontánea y adecuada a cada momento (la capacidad de dar y recibir afecto, de ceder, de luchar y de retirarse), pero al sentir que estamos en un territorio precario vamos a recurrir de manera rígida y extrema a los mismos.
Así el afecto se hace dependiente, se pelea sin tener en cuenta los verdaderos sentimientos o se distancia siempre ante el menor indicio de conflicto. Así en la interacción cercana y permanente de la cuarentena se hace más difícil, ya que si uno de los integrantes de un sistema se pone extremo y rígido en su modo de relación los demás se quedan sin muchas opciones para interactuar.
Respetemos los tiempos y modos de cada quien, a veces van a necesitar estar más aislados o callados, respetemos la intimidad sin invadirla, y compartamos también en otros momentos.
Promover una convivencia en esta nueva forma, con más tiempo de contacto y de permanencia requiere una nueva organización, seguramente habrá roces y peleas que habitualmente no se dan por las salidas a la escuela y el trabajo, tratemos de sostener el diálogo, el compromiso con el grupo que hemos conformado, los lazos con los afectos y amistades que están en sus casas también.
Intentemos una comunicación genuina, hablando cada uno de sí mismo y no de los demás, en especial de las emociones y sensaciones, tener paciencia y poder alternar en los roles adultos de contención y frustración, en especial con los menores, los padres deben asumir sus roles de ser quienes están a cargo, pero pueden turnarse para poner los límites, así no se estereotipan.
A los niños no habría que darles más información sobre el tema que la que necesitan, cómo prevenir el contagio, que le pasa a los que se enferman, y aprovechar a preguntarles qué han entendido de todo esto para poder ir ayudándolos a procesar la información y saber qué sienten ante ésta situación tan atípica. A veces si los adultos están más presentes ellos se tranquilizan y pueden confiar en que van a recibir los cuidados necesarios.
Otro aspecto, que está de moda mencionar últimamente, es la empatía, que es “ponerse en el lugar del otro y tratar de sentirse como él o ella”, es la capacidad de percibir, compartir o inferir los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás.
Para eso necesito reconocer a las demás personas como iguales a mí, y a mí como igual a los demás. Es una buena oportunidad de ajustar esa capacidad, tratando de interactuar compartiendo en voz alta con quienes estamos en aislamiento lo que pensamos, lo que sentimos, y nos pasa, incluso preguntando “¿Qué pensás?” “¿Cómo estás?” “¿Cómo te sentís?”.
Si algún integrante de la familia, o del entorno cercano, pertenece a las fuerzas de seguridad o equipos de salud, es importante llevar tranquilidad a los y las niñas de que se van a cuidar, y acompañarlos en el trabajo que están y van a continuar haciendo durante éste periodo.
Adaptación creativa
Ordenar el tiempo en el día a día va a ser muy importante, ya lo es, determinar los momentos de trabajo, de ocio, de descanso, y tratar de mantener una rutina ordenada, flexible y sin las corridas habituales, ya que el tiempo de traslado y las complicaciones de salir a la calle van a estar resueltas. Entonces pautar los momentos para los chicos de enfrentar éste nuevo desafío de hacer la escuela en casa.
Somos seres que vivimos y nos desarrollamos en contacto con otras personas y con el entorno. En ese contacto, las funciones psíquicas se ocupan, diciéndolo de manera muy simple, de regular ese contacto. En esa tarea la adaptación y acomodación que se realiza es de una creatividad permanente, es una “adaptación creativa” que implica asimilar lo que necesitamos para nutrirnos y filtrar lo que nos resulta nocivo.
A esa capacidad podemos recurrir ante una situación tan nueva como ésta, una crisis implica una posibilidad siempre de cambio y aprendizaje. Siempre podemos recurrir también a nuestras experiencias pasadas para encontrar recursos que hemos empleado y que hoy podrían resultar muy adecuados (enfermedades prolongadas propias o de familiares o amigos, momentos de aislamiento por el clima, por la inseguridad) para apelar a ellos hoy.
Recuperar la posibilidad de ver que muchas de las actividades u objetos que solemos buscar en el exterior también están en nuestro hogar.
Los niveles de exigencia habituales necesitan revisarse y adecuarse a este tiempo, ya que mucho de lo que hacemos con el ritmo de vida “normal” es mucho más acelerado, y hoy se puede relajar (sin abandonar) algunos tiempos. Ejemplo, el desayuno o el almuerzo, pueden realizarse con calma porque no hay que salir a trabajar o a la escuela.
Recuperar la capacidad de jugar (en quienes no está desarrollada o muy presente) de compartir sin competir, de divertirnos en grupo o en familia. Y se puede aprovechar a contar anécdotas y la historia familiar que a veces queda relegada, saber de dónde venimos, que hacíamos cuando éramos chicos, en la escuela, en el barrio.
Es una forma de recuperar recursos que hoy pueden ser de mucha ayuda y que empleábamos en esa época (¿cómo hacia papá o mamá para no aburrirse?)
Regular la información
El exterior es hoy muy incierto, impredecible, con niveles de incertidumbre muy superiores a lo que habitualmente podemos tolerar o manejar, la información que circula genera más ansiedad y angustia, entonces necesitamos desconectarnos por momentos de lo que viene de afuera, de los medios de comunicación de las redes sociales, incluidos los grupos de WhatsApp.
Hay una sobreinformación innecesaria para las actividades que debemos desarrollar cotidianamente, necesitamos recuperar los recursos que hemos empleado en situaciones anteriores para resolver situaciones similares de estar aislados, identificar lo que sí o si necesitamos del exterior y recuperar lo que tenemos dentro de nuestro hábitat.
Conectarnos con lo que sí podemos hacer en casa, con quienes estemos en el aislamiento preventivo obligatorio, con quienes estemos en contacto habitualmente, los adultos van a necesitar conectarse con pares, no sólo por el teletrabajo, sino por lazos afectivos, los adolescentes con sus amigos y compañeros de la barra, que seguramente serán quienes tengan la tecnología más incorporada a su rutina de comunicación.
Hoy existen múltiples formas de conectarnos vía internet, grupal e individualmente, por escrito, por audio o por videollamada, individuales o grupales, pautadas o espontaneas.
Un factor importante es la solidaridad, saber que tengo algo que puedo ofrecer a otros que lo necesitan, llamar a quienes estén solos o solas, pedir ayuda con recetas de cocina (por elegir un tópico, también plantas, mascotas, arreglos hogareños sencillos, datos para el crucigrama) es un ejemplo de redes sociales del pasado (que existían sin Internet) que se pueden recuperar en éste tiempo.
Saber que podemos ayudar a otros y otras, ya cumpliendo la cuarentena estamos haciéndolo, con establecer algún contacto por redes sociales y preguntando a otros cómo están y cómo lo llevan también.
El consumo de información debe ser moderado de manera consciente, con precaución y aplicar ciertos filtros, ya que suele aumentar la ansiedad, en especial el conteo de contagios y fallecimientos. Saber o no esa información no cambia en nada el modo que tenemos de mantener el aislamiento, por el contrario, puede aumentar el estado de alerta innecesariamente.
También es importante saber que hoy la mayoría de los y las profesionales de la salud están recibiendo consultas online y existen servicios de acompañamiento y orientación a los que recurrir en caso de necesidad.
Es posible que luego de esta experiencia y por algún tiempo, las personas presenten cierto temor o miedo ante un estornudo, en los equipos de salud es esperable que se sientan extenuados, agotados y con un gran estrés posterior a esta situación. Otro factor a tener en cuenta es la estigmatización y la discriminación que estas situaciones pueden generar, con los que han estado infectados, es importante no estigmatizarlos.