Más de 50 millones de vistas en 6 días. Miles de comentarios que trasuntan emoción y melancolía. Otros tantos citando frases de la letra en sus redes, reflejados, representados en aquellos días dorados que se ven por el espejo retrovisor de la vida. No, la última canción de Residente no pasó inadvertida, ni mucho menos.
El vibrante relato autobiográfico del ex líder de Calle 13, con un videoclip despojado pero con detalles “en cepia” que van cayendo como puntadas al corazón, es una rareza en el panorama musical actual.
La canción se llama sencillamente René, el nombre de pila de este hombre de 42 años que hace un striptease emocional, se muestra vulnerable, llora, surfea una crisis de la mediana edad en primerísimo primer plano, pelando de a rodajas su alma.
Dependerá de cada uno si le cree o no el mensaje, pero es innegable que el tema viene a contramano de la industria musical. Y es un llamado de atención.
Los códigos de la música urbana (esa gran etiqueta en la que entra desde el trap al reguetón, y que hoy ocupa todos los puestos del Top 50 de Argentina en Spotify) dan por hecho que cada uno tiene que ser su propio promotor.
Gritar a viva voz, inflando el pecho, que nadie es mejor que uno mismo para el flow, el perreo, hacer guita, vivir la vida como se le da la gana, repitiendo su nombre como tarjeta de presentación todo el tiempo.
Autosuficiencia impostada, y si el presupuesto lo permite, a bordo de una Ferrari, con ropa de marca, hasta tirando un fajo de billetes (dólares, por supuesto) y haciendo alarde de todo.
Residente lo sabe bien, porque con matices –y mucho discurso con conciencia de clase, es verdad–, él mismo también supo ser uno de ellos.
A los 20 años, cuando surgió con Calle 13 para comerse el mundo de un mordisco, fue incendiario y más de una vez pecó de soberbio.
El tiempo corrió, la vida le pasó factura y la exposición en la picadora de carne que puede ser el negocio musical hicieron su efecto.
Hoy Residente es más René que nunca. Un hombre solo, golpeado, con más dudas que certezas, extrañando al niño feliz que fue y a su mami, que dejó su vida a un lado por él y sus hermanos. Evidentemente, algo de ese relato ha conseguido identificar a millones de personas.
Signo de los tiempos
En mayor o menor escala, esa máxima tácita de la música urbana y su autoproclamación permanente, está presente como un síntoma cultural de esta época.
El epítome más representativo quizás sean las redes sociales, o más bien el uso que hacemos de ellas. Si bien es difícil hacer una generalización, no hace falta una investigación de rigor científico para coincidir que en gran medida son la hoguera de nuestras vanidades.
El relato que hacemos de nosotros mismos en nuestros perfiles habla precisamente de eso. Nos mostramos, nos vendemos, nos “creamos” más a imagen y semejanza de lo que nos gustaría ser de lo que en realidad somos la mayor parte del tiempo.
Mientras el futuro se nos presenta incierto y sombrío, nos preocupamos por subir nuestro mejor perfil para la selfie.
¿Estamos aturdidos entre tanto filtro? Todo se ha multiplicado a una velocidad difícil de pilotear.
El corazón paga
Hay otro logro interesante en el tema René. Desde la sobriedad más absoluta, se ríe de esta era de fórmulas preseteadas por productores estrellas y algoritmos.
Un par de acordes, las cuerdas pulsando las emociones justas en un in crescendo que se eleva junto con las palabras, y nos deja al borde de un acantilado al que se le va desmoronando el borde.
Hay fibra. Autenticidad. Eso es lo que llega, y a la vez, lo que no abunda en el mundo del espectáculo en general.
Residente se calzó el cinturón de campeón y también besó la lona. Ahora parece que entendió que, en definitiva, el antídoto a nuestros miedos sigue siendo ser uno mismo. Y en muchos caso, volver sobre nuestros propios pasos hasta esa nación llamada infancia, y desde ahí tomar impulso.
Curiosamente, en la misma semana en que se estrenó René, la banda villamariense De la Rivera se despachó con su último single, So vo, que poné una idea parecida en formato de funk elegante y contagioso.
Además de criticar a la gente que “tirando odio disfruta”, disparan con un dardo que da en la diana: “Todos quieren viaje, canje, fama, guita, auto Maserati / lo que no te dicen que en la vida lo más lindo sale gratis”.