Como surgido espontáneamente del encanto mágico de sus relatos, Un ejemplar de prueba reúne por primera vez más de medio centenar de textos póstumos de Alfredo Novelli (1931- 2014), hasta el momento nombre ignoto de las letras argentinas. Reconocido matemático y profesor universitario, Novelli vivió entre Italia y en Buenos Aires, y frecuentó a Silvina Ocampo, a Adolfo Bioy Casares y a Juan Rodolfo Wilcock, quienes elogiaron sus cuentos redactados sin aparente ambición literaria (algunos fueron publicados en revistas o diarios como La Gaceta y La Nación). Esa incursión pasatista, desapegada en el terreno del relato –tan anacrónica en tiempos de narcicismo propagandístico– le confiere un atractivo excéntrico a las narraciones, cuyo tono parece provenir de un aficionado borroso situado a medias entre la elegancia dandy y la erudición locuaz del hombre de ciencia.
Silvina Ocampo, cuyo retrato a lápiz del autor ilustra el libro, apreciaba de Novelli la brevedad y la síntesis: podría decirse también que los pocos párrafos que integran cada microficción se acumulan como cuerpos de una lógica perversa, no armónicos o completos a primera vista. Los saltos practicados entre puntos seguidos y aparte resultan imprevisibles, nerviosos, ecos veloces de hipótesis o fórmulas desopilantes; al mismo tiempo la geometría novelliana habla el lenguaje de los sueños, la música y los chistes.
Situaciones y personajes tan fantásticos como coloquiales activan el motor fabulador: un Emperador crea en la oscuridad colchones cada vez más complejos que testea un Probador exigente en el relato que da nombre al volumen; el músico de un futuro donde las personas han perdido el oído improvisa equívocos filosófico-sonoros con sus elucubraciones; un eucaliptus en el fondo de un taller mecánico es una sala de conciertos que ofrece funciones en invierno, cuando sus pájaros concentran el repertorio en Mozart; un hombre va al restaurante esquimal que abre al frente de su casa, donde le sirven sopa de tiburones literal, con tiburoncitos en el plato; un habitante sintoniza su casa con una perilla sin contentarse; Romeo y Julieta se comunican con papelitos que se mandan en los sombreros de la gente que pasa bajo sus balcones. Los escasos relatos largos (“El fondo del pozo”, “El afinador”, “Un peluquero”, “La ilusión del infierno”) evidencian la arbitrariedad, capaz de ramificarse indefinidamente. Su infinito se refugia mejor sin embargo en las formas cortas, así como Un ejemplar de prueba es la condensación esbozada de ese universo insólito.
Un ejemplar de pruebaAlfredo NovelliMansalva (2019)128 págs.$ 550