Poco conocida en nuestro país, Vivian Gornick es digna representante de una doble tendencia: la literatura del yo –en al menos una de sus versiones – y el activismo feminista.

Nacida en 1935, en el Bronx, Nueva York, Gornick es crítica, periodista y ensayista. Ha publicado en medios como New York Times y The Nation y también ha dado clases en varias universidades de Estados Unidos.

Si en Apegos feroces (1987), la autora narraba los paseos con su madre por las calles de Nueva York para revisar la historia en común, en La mujer singular y la ciudad (2015), que puede leerse como una continuación del anterior, las caminatas a solas o acompañada eran un pretexto para contar y reflexionar sobre los encuentros y las interacciones –unos más duraderos y sólidos, otros más flexibles y ocasionales– de una mujer sola.

En Mirarse de frente sigue el mismo camino: se trata de siete extensos ensayos narrativos escritos en una primera persona penetrante e inquisitiva, en un tono que evita los desbordes pero que logra calar hondo en el lector.

Además de periodista y académica, Vivian Gornick fue militante de la segunda ola feminista de la década de 1970 y como tal participó en varios debates de ese ámbito, así como de otros adyacentes: el político, el sexual, el literario.

Estos ensayos reflejan esos derroteros y sus tensiones: un casamiento temprano, el divorcio años después y una adhesión al feminismo que la llevó a “valorar la cruda verdad por encima del romance”; el trabajo de camarera en los hoteles del circuito de los montes Catskills, episodios que de muy joven le permitieron entender la virulencia del poder a pequeña escala y lo que alguien es capaz de hacer por una mayor propina o una reputación más alta.

En otro ensayo, escrito a partir de la muerte de una antigua amiga, rememora los momentos y las escenas compartidas con esa figura tutelar y compleja que ejercía sobre ella un extraño magnetismo.

También vuelve sobre su travesía como profesora en diversas universidades estadounidenses, un periplo que le exigía a su pensamiento entregarse a innumerables conjeturas para intentar comprender las intrincadas y silenciosas redes que suelen tejer algunos egos (y que derivan en intercambios afectados y poco auténticos).

“En realidad es más fácil estar sola que estar en presencia de lo que suscita una necesidad pero no consigue atenderla, puesto que entonces estamos en presencia de una ausencia y eso, no sé por qué, no debe consentirse”, dice en unos de los segmentos en el que reflexiona sobre la soledad, los encuentros y las conversaciones (los tres tópicos que atraviesan todos los textos), en una época y en una ciudad (Nueva York, pero pueden ser muchas otras) habitada por una “población en un estado perenne de apego intermitente”.

Vivian Gornick se sumerge así con cuidado en las aguas fangosas de la autoficción y el testimonio, además lo hace muy bien: con lucidez, sí, pero también con generosidad y con humildad.

Mirarse de frenteVivian GornickTraducción de Julia Osuna AguilarSexto Piso156 páginas$ 850

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