Una vaca camina con lentitud por un pasaje estrecho y rancio de Nueva Delhi.

Cruza delante de dos parroquianos que ni se inmutan por la aparición del animal en el callejón de lajas estropeadas donde pasan la vida despabilados, a la intemperie.

Parecen más atentos a su sombra que a lo que sucede en el mundo que los circunda y los ignora. Como tantos otros náufragos urbanos librados a la propia suerte.

Un par de pasos atrás, una mujer pide dos paquetes de harina en un almacén que despacha a la vereda en un local muy modesto. Con el polvo de trigo, agua y sal, preparará más tarde pan frito para el resto de la semana.

La imagen se replica por todas partes –aunque en cuentagotas– por estos días en la capital de India.

La megaciudad, de unos 22 millones de habitantes, luce casi vacía desde la cuarentena de tres semanas decretada el 24 de marzo por el primer ministro, Narendra Modi, para todo el país.

Hay que parar al virus

Como en otros rincones del planeta, el aislamiento social obligatorio tiene el propósito de frenar el ritmo de propagación del coronavirus e impedir que desborde el sistema de salud indio.

“Nunca imaginé ver las calles de Nueva Delhi desiertas. Tanta calma, tan poco movimiento en este lugar acostumbrado al bullicio, a la muchedumbre, resultan extraños. Parece una ciudad fantasma; afuera no vuela ni una mosca”, describe y exagera Natalia Cardielo (32).

Ella vive en Villa María. En esa ciudad –ubicada a 140 kilómetros al sudeste de la capital cordobesa– dirige la casa de yoga Sarasvati, que fundó en 2016.

Viajó sola a la India a comienzos de este año para participar en un curso de la tradicional disciplina física y mental en la Universidad de Yoga S-vyasa.

“La propuesta de formación convocó a 64 estudiantes de 23 países”, precisa la joven.

Cuenta que arribó al Aeropuerto Internacional Indira Gandhi el 12 enero y que debía presentarse en esa terminal aérea el 1° de abril para abordar el vuelo que la traería de regreso a la Argentina.

Pero el Covid-19 metió la cola y alteró todos los planes.

El virus hizo que el Gobierno indio cerrara las fronteras terrestres y el espacio aéreo hasta el 15 de abril. También, que ordenara a los 1.300 millones de habitantes del país confinarse hasta esa fecha en sus viviendas o donde los sorprendiera la medida extrema (e inédita) en el segundo país más poblado del planeta.

A palos

“Estoy en cuarentena desde el martes de la semana pasada y no me muevo del hotel para nada. Aquí, a quienes violan el aislamiento, la Policía los obliga a volver a sus casas a los palos”, asegura. Aclara que sólo están permitidas las salidas imprescindibles a lugares como mercados y farmacias, entre las 7.30 y las 10.

“Me duele pensar qué será de los que no tienen realmente dónde ir ni dormir. En Nueva Delhi, al igual que en la mayoría de las ciudades que he conocido en India, hay mucha gente que vive en la calle”, lamenta.

Natalia está alojada desde hace una semana en el hotel Jyoti Mahal, a 15 minutos en auto del Connaught Place, uno de los principales centros financieros y comerciales de la capital.

La jungla mercantil contrasta con el Gurdwara Bangha Sahib, el principal templo de la religión monoteísta sij cuya estructura se reconoce de inmediato en el contexto por su cúpula dorada.

No hay fieles en el monumento sagrado. Tampoco hay casi nadie circulando por la plaza pagana.

“La Embajada argentina hizo gestiones para que nos recibieran en este hotel pero no sé hasta cuándo nos van a alojar. Somos apenas 10 extranjeros en un edificio de cinco pisos que los dueños podrían parar en cualquier momento porque no les cierran los números”, teme y reconoce.

Pese a la incertidumbre, la joven cordobesa no lamenta su situación.

“No me puedo quejar porque dentro de todo acá me siento segura y contenida, a diferencia de muchos argentinos varados en Nueva Delhi y en otros lugares de la India que andan a la deriva, desesperados, casi sin plata ni ayuda de ningún tipo”, aclara .

“Los empleados del hotel son muy hospitalarios y generosos. Ellos, como nosotros, no ven la hora de regresar a sus casas”, termina Natalia la comunicación telefónica con La Voz.

En la notebook tiene abierta la página de El Tiempo de India. El principal portal periodístico de Nueva Delhi informaba el miércoles que había 1.638 casos confirmados de coronavirus en el país.

También, que murieron 38 personas a consecuencia del Covid-19 y que otras 133 se recuperaron.

“Sólo pedimos ayuda”

“Los varados en India soportamos situaciones extremas. Estamos viviendo en otro país, con otro idioma, con otro gobierno, desamparados y con mucha incertidumbre e inseguridad”.

Así describe Elina Castaño la condición en que transcurren los días de pandemia los 250 argentinos confinados en el país asiático debido al cierre de las fronteras terrestres y del espacio aéreo dispuesto por el primer ministro indio, Narendra Modi, para frenar la expansión del coronavirus.

El mandatario adoptó la medida el 24 de marzo y la mantendrá hasta el 15 de este mes.

“Tenía previsto regresar el 28 de marzo, pero acá todo estalló 10 días antes”, lamenta Castaño. “Sólo pedimos ayuda para regresar a casa; aquí nos preocupa nuestra integridad porque hay mucho hostigamiento policial y porque consideran a los extranjeros como los culpables de haberles traído el virus”, resumió el drama

Elina Castaño. Viajó antes de que Argentina decretara el aislamiento.
Nueva Delhi. Con una postal atípica para esta época del año.
Elina Castaño. Viajó antes de que Argentina decretara el aislamiento.