El coronavirus ha tomado por asalto la agenda periodística en las últimas horas y no es para menos. El crecimiento expansivo del brote iniciado en China ha llegado a Argentina y, en paralelo a su oficialización como pandemia según la Organización Mundial de la Salud, los distintos niveles del Estado han comenzado a tomar decisiones concretas para su prevención.

En ese contexto, la industria del entretenimiento es probablemente una de las más afectadas por las medidas tendientes a evitar grandes aglomeraciones en espacios públicos y privados de diferente índole. Boliches, bailes, recitales, festivales y otras actividades culturales han sido suspendidas hasta nuevo aviso y eso tiene una consecuencia directa en trabajadores del sector.

Artistas, técnicos, productores, agentes de prensa, empleados de establecimientos (y rubros) varios se enfrentan a una incertidumbre laboral y económica que se hace aún más notoria si tenemos en cuenta los importantes niveles de precariedad y autonomía de las distintas tareas asociadas a la realización de espectáculos. 

No se trata sólo de trabajadores vinculados estrictamente a la producción cultural, sino también todos aquellos que participan de uno u otro modo en el engranaje económico asociado con la música, el teatro, las artes plásticas, el entretenimiento nocturno o el cine (las salas también han debido cerrar sus puertas según aclaró el decreto provincial). 

Si no se pueden realizar recitales, fiestas, bailes o cualquier otra actividad que reúna a cierta cantidad de gente en un espacio determinado, ¿cuál es la salida para aquellas personas que trabajan en las barras, en los ingresos, en la seguridad, en las áreas administrativas o en cualquier otro eslabón de la cadena de valor indirecta que forma parte de la actividad cultural en sentido amplio? 

Cuarteto

En nuestra ciudad, el caso del cuarteto es sintomático al respecto: los músicos de las bandas no trabajan en blanco –al igual que la amplia mayoría de los intérpretes sea cual sea el género en el que se inscriban– y cobran por cada show dado. 

Lo mismo sucede con plomos, asistentes, vendedores ambulantes, encargados de limpieza y manutención y responsables de varias otras tareas involucradas en el normal funcionamiento de un espectáculo. 

La restricción implica, entonces, que esos y otros trabajadores vean disminuida su fuente de ingreso de manera drástica. 

En sintonía con esto último, son varios los espacios que deberán cerrar sus puertas por lo menos durante un mes, con lo cual deberán hacer frente a las inclemencias económicas sin poder generar ingresos. 

Más aún en un momento en el que la crisis y la recesión son todavía persistentes, ¿qué tipo de opciones quedan para que la prevención no termine derivando en la devastación de todo un sector productivo asociado al entretenimiento?

¿Es el Estado el encargado de responder frente a esa merma en la actividad causada por “fuerza mayor”? ¿Es posible alguna medida que contemple esta situación y ayude a hacer frente a la incertidumbre? Por lo pronto parece difícil, en cuanto a que las disposiciones nacionales, provinciales y municipales no terminan de ponerse de acuerdo respecto a los alcances y las especificaciones de las precauciones a tomar. 

La diferencia

Si un bar con música en vivo no puede abrir sus puertas pero sí pueden hacerlo otros establecimientos de similares condiciones objetivas en cuanto a circulación de personas (restaurantes, shoppings, bancos, oficinas públicas), ¿dónde radica la diferencia?

En definitiva, ¿es posible equilibrar la necesidad de prevención con el hecho de que la rueda tenga que seguir girando? 

Incluso, teniendo en cuenta distintos niveles de afectación –desde el público que pagó una entrada y no puede asistir a un espectáculo hasta un empresario del rubro que tiene empleados, costos fijos y una estructura que sostener–, ¿cómo se puede trabajar más allá de la medida de contingencia para garantizar la continuidad medianamente normal de la actividad cultural toda?

¿Acaso el streaming es una opción viable? 

Jorge Drexler en San José de Costa Rica y Hernán Casciari en Córdoba demostraron que puede ser una alternativa para que el show continúe al menos por un rato. 

De todas formas, eso no resuelve un problema que excede el hecho artístico en sí. La fuerza de trabajo involucrada en el ámbito cultural espera en un clima de incertidumbre y resignación. 

Pero este estado de situación parece ser apenas el comienzo de una temporada de muchas preguntas y pocas respuestas. ¿Habrá voluntad política para pensar en estas y otras consecuencias una vez que la emergencia sea controlada?

Telón cerrado. Por disposiciones oficiales permanecen cerrados teatros, boliches, cines, bailes, museos. (La Voz Archivo)