Desde que se decretó la cuarentena obligatoria los vivos en Instagram se multiplicaron. Hay a toda hora y de todo tipo. En el caso de los artistas, allí encontraron una manera de mantenerse activos, ayudando a los que estamos del otro lado de la pantalla a que este difícil momento sea un poco más llevadero. 

El salto hacia la virtualidad total obligó a repensar y adaptar lo que antes se hacía sobre el escenario, como es el caso del Teatro Minúsculo. Hace casi dos décadas que este colectivo viene poniendo en escena sus piezas teatrales de combustión espontánea. Pero la escena cambió, y se vieron obligados a improvisar sobre la marcha. Algo que por cierto saben hacer muy bien.   

Para los que no vieron nunca al Minúsculo en vivo, en general se hace en un bar, donde los actores se mueven entre el público y no solo sobre el escenario. La historia está pautada previamente, es decir que los protagonistas saben a grandes rasgos qué va a pasar, pero el resto es improvisación. Hay un músico en vivo (Enrico Barbizi) y es un teatro muy físico.

¿Cómo replicar todo eso a través de un vivo en Instagram? Difícil, sí. Imposible, no. El grupo readaptó su propuesta, indagó cuestiones técnicas, y logró un producto final que, en relación a su formato original, es parecido y diferente a la vez.  Cada viernes, a las 21.30, la función en vivo y a la gorra virtual se transmite por su cuenta de Instagram.

Esta versión virtual del minúsculo no sólo implica un cambio para los artistas sino también para los espectadores. La experiencia implica desafíos y cambios de hábitos para los que están a ambos lados de la pantalla.

Ver el Minúsculo virtual, en primera persona

Con los horarios cambiados es necesario poner un recordatorio en el celular. La cita es el viernes a las 21.30. Celular en mano, abro la cuenta de Instagram @teatrominusculo y entro al live que acaba de iniciar. El Minúsculo siempre tiene un presentador, y en este caso ese rol lo ocupa Mariel Soria. También se escucha la música a cargo de Enrico Barbizi. Los primeros estímulos remiten a lo que otras veces se vio en Alta Gracia Bar o en el Cineclub Municipal. Es extraño presenciarlo ahora desde un sillón y en pantuflas.

En pantalla aparece un psicólogo y su secretaria (interpretados por Liliana Angelini y Jorge Monteagudo). El terapeuta interactúa con sus pacientes, que se conectan de a uno a la vez. Una sesión es más desopilante que la otra. 

Hay algunas dificultades técnicas, demoras al conectarse, a una actriz no le funciona el video… Pero lo que podría ser un problema en otro tipo de espectáculo, acá se convierte en un disparador para la improvisación. Lejos de generar incomodidad, sirve como materia prima del relato y contribuye a la comicidad. 

Cuando no había logrado ver un vivo de Instagram por más de cinco minutos en toda la cuarentena, me doy cuenta de que ya pasó una hora. Aunque la pantalla es un limitante para la conexión con el público y el movimiento del cuerpo, hay algo de la intimidad del celular que hace que el espectador se sienta parte.

Los gestos de los actores pasan a tener más relevancia que antes y también la palabra. El espíritu del Minúsculo está ahí, y el plan de viernes a la noche desde el sillón se vuelve casi como una salida de “las de antes”. Una escapada en medio del encierro. 

Hacer el minúsculo virtual 

De manera virtual, como todo por estos días, Mariel Soria cuenta cómo es para el grupo esta nueva experiencia. La actriz tiene un perfil de instagramer que le facilita el formato, pero interactuar entre tantas personas es técnicamente complejo y significa mucho trabajo previo.

“Grupalmente estamos muy conectados al nivel del humor y de los personajes que cada uno hace, pero teníamos miedo y vértigo con lo que podía pasar técnicamente, porque es arriesgado hacer una videollamada en vivo habiendo escrito un guion. Pero, al mismo tiempo, pensamos en la posibilidad de que se corte, entonces tenemos un plan B”, cuenta. 

Mariel destaca que incluso una falla técnica puede convertirse en algo para desarrollar.  “El viernes pasado, por ejemplo, nos pasó que el personaje de Carolina Aguerrido se escuchaba pero no se veía, por un problema de compatibilidad entre los celulares. Entonces  hubo que resolver. Me parece que quedó buenísimo que su conflicto cambió sobre la marcha, pasó a ser la imagen que no se veía y no el que tenía planteado en un principio”.

“La posibilidad de la improvisación te permite jugar con el otro frisado, entrecortado o robótico por la conexión, entran como elementos de la actuación. También está lo de resolver el teatro físico, lo corporal, y que no todo sea en torno a la palabra. Se prende la cámara y desde la palabra intentamos llenar lo que el cuerpo no puede hacer. También aparece lo gestual, el jugar con la cámara, el que se te vean algunos rasgos, el aparecer y desaparecer de la pantalla”, detalla.

Como balance, Mariel dice que el grupo está conforme con el resultado del Minúsculo virtual y que tienen buenas repercusiones. Pero, como agrega su compañera Lorena Cavicchia, también es difícil, porque por momentos están más preocupados por lo técnico.

En definitiva, no hay como ver y hacer teatro en un lugar preparado para eso. Pero también es posible y se disfruta, mientras tanto, encontrarse a través de la pantalla.  

Este viernes, nueva función, a las 21. Se puede ver aquí. Se propone una gorra virtual.

Teatro Minúsculo
Teatro Minúsculo
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