Alberto Fernández convocó a todos los gobernadores el jueves pasado para que lo acompañen a informar el inicio de la cuarentena obligatoria para frenar el avance del coronavirus. Una decisión que ya había sido adoptada tras sucesivas reuniones del presidente con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof.

La escenografía del anuncio fue tan  federal como lo son las consecuencias sanitarias, sociales y productivas de la pandemia. Las acciones posteriores, no.   

Desde el viernes, ya sin representaciones que incluyan al resto de las provincias, la acción directa del Gobierno nacional se focalizó en el conurbano bonaerense: Alberto Fernández parece por estas horas el presidente del Área Metropolitana de Buenos Aires (Amba), los discursos oficiales casi eliminaron al resto del país del mapa de las preocupaciones del Gobierno central y los intendentes de ese cordón populoso donde viven más de 11 millones de personas son gobernadores de hecho, están sentados en la mesa de las decisiones y están asistidos por recursos nacionales que el resto de las jurisdicciones provinciales y municipales no tienen. Vaya novedad, ¿no?

La seguridad del Amba fue asumida en gran parte por fuerzas federales; cinco de los ocho módulos hospitalarios que hará la Nación estarán en el conurbano; los esfuerzos por incrementar la cantidad de testeos son mayores en ese sector; el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación reparte en ese anillo bonaerense 12 millones de kilos de comida para contener las demandas sociale.

Ayer, cada intendente del conurbano obtuvo un aporte nacional de 10 millones de pesos para asistencia alimentaria –en el caso de La Matanza, fueron 15 millones– y el Comité Operativo de Emergencia que encabeza la Nación y que resuelve buena parte de esas medidas, está integrado por la ciudad de Buenos Aires, la provincia de Buenos Aires y los intendentes del cordón crítico de Buenos Aires.

Solidaridad

Como ocurre con la solidaridad más conmovedora y con las pequeñas miserias cotidianas que el virus expone de manera amplificada, la realidad política y el modo en que se adoptan las decisiones que impactan en todo el país también está expuesta en la cuarentena.

Anses aparece como el organismo más federal a la hora de la asistencia –jubilaciones, AUH o pensiones por discapacidad–, las medidas nacionales que apuntan a aliviar los estragos que la cuarentena genera en la producción son relevantes sólo para un número limitado de provincias donde la economía privada tiene peso específico, y la intervención directa de la Nación se limita al Amba. Eso supone mayor atención, mejor articulación operativa y más recursos.

Sobran las razones para que las cosas sean así. El conurbano define las elecciones, define la gobernabilidad, y también define la contención o la expansión del virus: el 70 por ciento de los casos confirmados está en ese sector.

Además, para Alberto Fernández el conurbano implica otro desafío mayor como dirigente: es el territorio de Cristina Fernández, un bastión que lo votó pero que siente ajeno y que aún debe conquistar para salir con más poder de la cuarentena. 

Como siempre, el gran problema es lo poco que queda para el resto.

La parálisis sanitaria deja a las provincias con gastos sustancialmente aumentados e ingresos que tienden a nada. El jueves pasado Juan Schiaretti fue el gobernador que más advertencias puso sobre la mesa respecto de las consecuencias de la cuarentena que, no obstante, Córdoba respaldó.

Hoy son intensas las conversaciones entre gobernadores “del interior” frente a las evidencias ya palpables de la concentración de la atención y los recursos del Gobierno nacional en el conurbano bonaerense.

El dramatismo de la situación de las cuentas públicas provinciales, las demandas de medidas paliativas del sector privado –el pago de los sueldos de marzo es un desafío, y abril se vuelve un imposible para la mayoría– y la situación social apremiante también se registran en el resto del mapa. 

Otra liga similar comienza a articularse entre las grandes ciudades del interior.

Córdoba y Rosario encabezan la lista de los distritos que también tienen dimensiones de provincia por la población que deben atender a nivel de prestaciones básicas, y por los gastos multiplicados que implica la prevención del coronavirus.

No hubo un peso extra para esas administraciones municipales que también atienden urbes, pero tampoco hubo un contacto directo de la Nación con esos intendentes que también juegan roles centrales frente al coronavirus y que tienen en sus barrios ese cóctel de riesgo sanitario, pobreza cercana al 40 por ciento, tensión social en aumento y –en el caso de Córdoba– dengue en alza y mosquitos en uno de cada tres domicilios.

Cuando la Nación mire más allá del Amba, tendrá situaciones similares en muchos puntos del país que quedan fuera del conurbano-  

 

  

Alberto Fernández el lunez, en las obras del hospital Favaloro, en la Matanza. (Presidencia)