El acuerdo firmado entre Estados Unidos y los talibanes abrió una leve esperanza para poner fin a la interminable guerra en Afganistán, aunque continúan las diferencias entre los insurgentes y el gobierno afgano por el intercambio de prisioneros.

Al igual que los ingleses en el siglo XIX y los soviéticos en el siglo pasado, los estadounidenses tratan de abandonar un territorio indómito que invadieron con toda la tecnología en octubre de 2001, tras los atentados del 11 de septiembre, que abatieron las míticas Torres Gemelas de Nueva York.

Por aquellos días, la Casa Blanca buscaba al millonario saudita Osama Bin Laden (abatido luego en Pakistán el 2 de mayo de 2011) y quería destruir al grupo que consideraba responsable de los atentados a las torres, que mataron a unas tres mil personas.

En territorio afgano, Washington apoyó a las milicias locales para derrotar a los talibanes, quienes, sin embargo, a partir de 2018 volvieron a controlar las dos terceras partes del país asiático y a conmover a los norteamericanos por su tenacidad.

Tras el pacto firmado entre la Casa Blanca y la milicia talibán hace una semana en Doha, Qatar, mañana empezarán las negociaciones para el intercambio de prisioneros.

Ese día, bajo la mediación del gobierno de Donald Trump, el presidente afgano Ashraf Ghani participará de una reunión con los líderes talibanes para negociar la liberación de hasta 5.000 rebeldes detenidos, así como un millar de integrantes de las fuerzas de seguridad afganas.

Disidencia

El presidente Ghani dijo la semana pasada que el acuerdo fue firmado sin tener en cuenta al gobierno afgano.

“Como presidente, no tengo ningún apetito de mantener detenidos a presos talibanes. Pero su liberación debe ocurrir mediante un proceso transparente para que nuestro pueblo lo perciba como un cambio positivo”, señaló el mandatario durante una sesión del Parlamento.

Según los términos del convenio, Washington y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) retirarán sus tropas dentro de 14 meses.

Los talibanes, formados por la mayoritaria etnia pashtun, se comprometieron a no permitir que el suelo afgano se use para operar contra otros países.

Para el analista Patricio Geli, “Estados Unidos se está retirando con disimulo y salvando la imagen de escenarios con conflictos secundarios para concentrarse en el Pacífico y en Irán, contando en la región con sus aliados Israel, Arabia Saudita y, en menor medida, Turquía”.

Geli, profesor de Problemas Mundiales Contemporáneos en la Universidad de Buenos Aires (UBA), dijo que “con el avance de China, (Estados Unidos) retrocedió en el mundo: ahora interviene poco en escenarios secundarios y no puede controlar a los países subalternos como hace 20 años”.

“Tal vez estamos asistiendo a un declive lento de la Casa Blanca, como ha pasado con tantos imperios a lo largo de la historia”, afirmó. Se estima que más de 18 años de conflicto bélico con los talibanes han causado un total de 3.500 soldados internacionales muertos en ese país del centro de Asia, de los cuales 2.400 corresponden a estadounidenses y 102 a españoles, según el diario El País, de Madrid, y la BBC, de Londres.

Estados Unidos mantiene aún 12.000 soldados en Afganistán.

Cinco días después de la firma del acuerdo de Doha, se registró un ataque a balazos durante un acto al que asistía el líder de la oposición afgana, Abdullah Abdullah, donde murieron 34 personas, incluidos los dos agresores. Pero los talibanes negaron su responsabilidad.

De todos modos, el 3 de marzo, la guerrilla talibán llevo a cabo 43 ataques en contra de los puestos de control de las fuerzas de seguridad en Helmand, al suroeste del país, informó el vocero de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, el coronel Sonny Leggett.

Sin embargo no hubo incidentes con fuerzas extranjeras.

En un clima de optimismo, el presidente estadounidense Trump habló el martes pasado por teléfono con el mullah Abdul Ghani Baradar, el líder de los talibanes que firmó el pacto.

Trump se mostró exultante después del diálogo con el líder religioso y la verdad es que tenía sus razones.

A fines de julio de 2019, el mandatario nacido en Nueva York prometió concretar el retiro de las tropas de Afganistán antes de las elecciones presidenciales de noviembre de este año, en las que buscará su reelección.

A pesar del optimismo del jefe de la Casa Blanca, que suele exagerar los resultados de su gestión, algunos analistas consideran “muy dudoso” que se cumpla con este acuerdo que podría pacificar el corazón de Asia.

“No está claro lo que está haciendo Estados Unidos en Afganistán. La administración Trump no cuenta con expertos en política exterior. Por eso el país tiene un mensaje errático, sometido a los caprichos de su presidente”, afirmó el profesor Geli.

El saldo de una guerra cruel y eterna

Estados Unidos habría gastado un billón de dólares.

Desde el inicio de la incursión, el Congreso de Estados Unidos aprobó U$S 975 mil millones, a lo que hay que agregarle el costo de la atención de los veteranos de guerra en el propio país.
 
Se estima que es la guerra más costosa que Estados Unidos ha tenido que afrontar desde la Segunda Guerra Mundial.
 
Más de 320 mil soldados que pelearon en Afganistán e Irak tienen lesiones cerebrales que les provocan desorientación y confusión, según cifras de 2018.
 

Aventura. La costosísima campaña militar estadounidense en Afganistán llega a su fin con la imagen de una nueva guerra perdida. (AP / Archivo)