En el futuro habita la incertidumbre; en el pasado, el antecedente que sirve como referencia para el presente. Beatriz Sarlo (1942, Buenos Aires) se niega con contundencia a hacer proyecciones, y vuelve una y otra vez a la historia, que es el terreno conocido.

En esta instancia de pandemia del coronavirus Covid-19, la intelectual fija su atención en la peste de 1871, que se desencadenó durante la mitad de la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y la última dictadura (1976-1983). “Hay que mirar hacia atrás: Sarmiento tuvo éxito pese a la fiebre amarilla”, propone en este momento de altísima inestabilidad y pronósticos sombríos. Insiste tanto en esa idea que hasta se le ocurre que la página de esta entrevista debe incluir el cuadro paradigmático de la época que pintó el artista Juan Manuel Blanes (ver). Y a partir de esa base admite que le sorprendió la reacción de Alberto Fernández. “El Presidente actuó en esta crisis con moderación, decisión e inteligencia”, evalúa.  

Sarlo contesta las preguntas telefónicamente desde el hogar porteño donde cumple el aislamiento forzoso con un optimismo y una tranquilidad asombrosos. La autora de La audacia y el cálculo: Kirchner 2003-2010 (2011) se manifiesta empeñada en conservar su rutina de lecturas, escrituras y música, y, aunque extraña el escenario agitado de la calle Corrientes, agradece el privilegio de poder trabajar en la casa. 

-¿Tiene registro de haber vivido alguna circunstancia parecida a esta cuarentena en el pasado?

-Yo viví el 24 de Marzo de 1976. Miles de personas tuvieron que esconderse, o huir para no morir, o ser desaparecidas y encarceladas. Me refiero a militantes sociales, obreros y campesinos; dirigentes universitarios e intelectuales. Muchos de ellos ya no están entre nosotros por actos de la dictadura. Completo la idea: también había un grado alto de indeterminación. Nadie sabía a ciencia cierta si le podía tocar a él, a ella, al vecino, al hermano o al amigo. Quien ha vivido esos siniestros años 76, 77 y 78, digamos hasta el Mundial de Fútbol, porque después empezó a pacificarse, conserva un recuerdo muy fuerte de muertes al azar. Y yo no lo puedo extirpar de mi memoria.

-O sea que la pandemia la remite a la época del Terrorismo de Estado.

-No me remite exactamente, sino que yo ya viví otra experiencia en la que el azar y la muerte estaban entretejidos. Los que pasamos por la dictadura vivimos una situación que no tiene que ver con la enfermedad física y la propagación de un virus, pero sí con un sufrimiento muy inmenso. 

-¿Qué cosa novedosa ha puesto de manifiesto esta crisis?

-Alberto Fernández es un nuevo presidente y nadie tenía ideas completamente formadas sobre cuál iba a ser su estilo de gobierno. En principio, creo que tuvo una reacción inmediata y firme, pero discreta, sin discursos que agobiaran la pantalla. Una diría que se manejó con modestia, decisión e inteligencia. Y esto, para mí que no soy partidaria del justicialismo, me genera una sorpresa. No porque no lo conociera a Alberto, sino porque se trata de una circunstancia límite en la que se mostró moderado y seguro en su decisión, y todas esas cualidades me parecen absolutamente necesarias para este momento. Esto me impactó bien, digamos.

-¿La Covid-19 aplacó la grieta política o esto es sólo un paréntesis?

-No tengo la menor idea. Si vamos al siglo XIX, encontramos que la fiebre amarilla parecía una peste apocalíptica, que generó miles de muertos. Esto sucedió durante la primera mitad de la presidencia de Sarmiento y es probable que si una revisa los diarios de esa época tuviera la idea de un final, y, sin embargo, esa administración siguió y fue muy importante en la historia argentina: o sea que más vale no hacer predicciones porque la fiebre amarilla realmente sucedió en condiciones sanitarias incomparables con las del presente.  

-¿Hay que dar una chance a lo inesperado?

-Yo prefiero no hacer adivinanzas sobre el futuro porque, te vuelvo a repetir, veamos qué pasó en 1871 con la fiebre amarilla. Si querés, podemos ilustrar la página de LA GACETA con el cuadro de Blanes, donde se ve a un médico iluminado desde atrás que entra a una casa en la que está una mujer tirada en el suelo muerta y su hijo, al parecer, trata de tocar ese cuerpo. ¿Quién iba a pensar que la presidencia de esa época iba a terminar con éxito? No se podía pensar eso en el medio de la peste.

-¿Tenemos más resiliencia y capacidad de recomponernos de las que creemos?

-Si vemos lo que pasó en los países que protagonizaron la Segunda Guerra Mundial, encontraremos la capacidad de resiliencia. Por supuesto que había también millones de dólares estadounidenses invertidos en Europa, cosa que es lo que la Argentina necesitaría. Pero el sufrimiento fue terrible para esas naciones y, sin embargo, pudieron recomponerse. Y Japón salió de Hiroshima, por supuesto que también con inversiones que llegaron de Estados Unidos después de haber tirado la bomba. Los pueblos no se suicidan en masa. Los intelectuales son los que tienden a hacerlo verbalmente.

-¿Está la ciudadanía preparada para la información falsa que circula por las redes sociales?

-A las redes sociales no las veo ni con virus ni sin virus, ni con bacterias ni sin bacterias. Tengo demasiado que leer. Si estoy con “Malone muere”, de (Samuel) Beckett, ¿a vos te parece que me voy a ir a una red social para ver cómo un señor o una señorita se expresan sobre la muerte? No, tengo “Malone muere”. Me siento mejor con esa lectura. Imaginate que yo veo la prensa de papel, no sólo la nacional, sino también la internacional. Por eso me dicen que soy una elitista de porquería, pero es lo que necesito para sentirme informada. Si aparte de eso, me voy a las redes sociales, verdaderamente no tendría tiempo para escribir.

-¿Hay algún mensaje filosófico para descifrar en el coronavirus, o es simplemente algo que también va a pasar y en un mes olvidaremos?

-Hay que hacerse la pregunta para atrás. La fiebre amarilla no dejó ningún pensamiento filosófico. Lo principal de la obra de Sarmiento y de (Juan Bautista) Alberdi ya estaba escrito. A lo mejor, sí hay un filósofo o un grupo de pensadores que decide tomar la muerte como amenaza colectiva, y salir de la muerte individual, pero no lo sé. ¿Qué sé yo qué va a surgir? Del sistema de Alemania dividida en principados, ¿salía (Georg W. F.) Hegel? Lo importante es sobrevivir y no entregarse a la ansiedad que produce el confinamiento.

Sarlo busca respuestas en la Historia. (Darío Galiano / Archivo)