La discusión ya dio varias vueltas en torno a cómo los géneros urbanos, a lo largo de los años, fueron construyendo una tradición sobre la base de letras y videoclips que cosifican a las mujeres y las colocan como objetos manipulables por los hombres. 

Claro está que hay excepciones, como es el caso de la cantante Becky G y su tema La respuesta, en el que reivindica el empoderamiento femenino en su letra, y otros tantos ejemplos de cantantes como Ivy Queen, Natti Natasha o Karol G.

Bad Bunny, que en términos estrictos no sería considerado una excepción más, en los últimos meses demostró (o intentó hacerlo) ciertos cambios, no sólo en sus letras, sino también en algunas actitudes con las mujeres. Un ejemplo es su tema Solo de mí (2018), que retrata la violencia de género.

Además, se mostró vistiendo prendas de ropa asociadas al género femenino, llevó uñas pintadas e incluso llegó a defender al movimiento LGTB+ en el show de Jimmy Fallon, donde, a su manera, protestó por el asesinato de Alexa, una mujer trans. 

Su último videoclip, del tema Yo perreo sola, lo puso en foco de debate nuevamente. Con muchas críticas en contra y otras a favor, podría decirse que el video, en el que él mismo realiza una representación típica del género femenino, es novedoso para el ámbito en el que se desempeña como cantante. 

Más allá de su performance, se pueden ver muchos puntos interesantes en la grabación. Mujeres de cuerpos diferentes, carteles con las leyendas “Las mujeres mandan” y “Ni una menos” y el escrito “Si no quiere bailar contigo, respeta. Ella perrea sola” al final del video.

Son muchas las dudas que surgen tras esto: ¿es realmente honesta su nueva actitud? ¿Está utilizando el feminismo como estrategia de marketing? ¿Es correcta la utilización del “Ni una menos”? En estos puntos surgen la controversia y las fuertes críticas hacia Bad Bunny.

Podría decirse que gran cantidad de actitudes que tuvo en el pasado generaron alerta, como su presencia en los premios Pornhub, un sitio pornográfico que más de una vez fue denunciado por ofrecer material relacionado con abusos sexuales y con pedofilia. Por eso muchos señalan que lo que está haciendo Bad Bunny es “purple washing”, es decir, usar el feminismo como estrategia para vender más.

Lo cierto es que lo que hizo Bad Bunny en Yo perreo sola tiene un alcance de millones de seguidores, entre ellos una importante cantidad de público masculino. Esto significa que su mensaje de respetar a las mujeres, de dejarlas perrear solas, puede funcionar como puntapié para que muchos se replanteen su posición frente el machismo.

Parecido ocurre con el lema “Ni una menos”. Quizás el contexto para utilizarlo no sea el más adecuado, pero también puede representar una posibilidad para despertar curiosidad en quien lo ve y así lograr dar a conocer el movimiento entre personas que tal vez de otra forma no se interesarían en el feminismo.

La llegada y el alcance que tiene un músico de su talla, más allá de sus intenciones, no son un detalle menor. Tan sólo el video en YouTube alcanzó más de 60 millones de visitas en una semana, y en Spotify, en promedio, Bad Bunny cuenta con más de 40 millones de oyentes mensuales.

Este gesto musical de Bad Bunny quizá no le otorgue la credencial de “feminista” ni lo convierta en un ícono del feminismo. Pero hay que reconocer que, dentro de su género, lo que hizo significa cierta disrupción y un uso medianamente responsable de su influencia.

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Benito Antonio Martínez Ocasio, el nombre real de Bad Bunny. (Twitter Bad Bunny)